martes, 18 de octubre de 2011

Las opiniones y los culos

Decía Harry Callahan que las opiniones son como los culos: todo el mundo tiene uno. Esa sentencia nunca había sido tan fácil de contrastar como en estos tiempos de internet. El nuevo medio ha multiplicado las posibilidades de que tu opinión sea leída por un gran número de personas. Y no importa quién seas, ni la calidad o ideología contenidas en tu comentario; ni siquiera cómo lo expreses. Todo vale en la Red. Protegido por el anonimato, sin necesidad de enfrentar físicamente a tu oponente, sin que tu podredumbre interior se vea expuesta a tus conocidos, tienes vía libre para soltar toda la cicuta que lleves dentro, para difamar, zaherir o insultar directamente a aquella persona o idea contra los que sientes algún tipo de animadversión.
Cuando se menciona el ombliguismo del fandom en la ciencia ficción, suele ser debido a la defensa a ultranza que sus feligreses hacen de las bondades del género. El aficionado cree que el suyo es un entorno especial, que lo que ocurre en su círculo no ocurre en ningún otro, pero esa convicción no sólo abarca factores positivos, se extiende también a las facetas negativas. Luis G. Prado, editor y factótum de Bibliópolis, mostraba hace un tiempo su descontento por esa creencia compartida dentro del fandom de que sólo en el género de ciencia ficción se presentan libros tan horriblemente editados. Basta echar una mirada ahí fuera para darse cuenta de que, si bien es cierto que quizás (con toda probabilidad) en la cf se dé un mayor número de casos, también hay ejemplos de mala factura dentro de las colecciones dedicadas a cualquier otro tipo de literatura. Corre también la idea de que el grado de impresentabilidad en los foros de cf, esto es, de que el número de trolls presentes en las diversas webs dedicadas al género, no tiene parangón en otros campos. Como tantas otras impresiones que los aficionados arrastran desde hace años, ésta no puede ser más falsa. Échenle, si no, un vistazo a las siguientes líneas.
En los pasados días, el mundillo literario español ha visto alterada su tranquilidad por uno de esos eventos que, con una cierta cadencia, vienen a revolverlo todo y a no aportar nada. La publicación de "Mi madre es un pez", una antología de cuentos conformada por una mezcla heterogénea de escritores ya consagrados, como Eduardo Mendoza o Rodrigo Fresán, y nuevos valores en alza, como Jon Bilbao o Javier Avilés, fue presentada por el suplemento cultural Tendències como presunta génesis de un naciente movimiento literario denominado Nuevo DRAMA. Resulta que los diversos autores no sabían nada del asunto. La responsabilidad real de la proclama se debe, según parece, a los antólogos y a los firmantes del artículo. Alguno de los escritores involucrados, como Javier Calvo, presente tanto en la imagen como en el texto del reportaje, se han apresurado a desmentir su participación en el asunto; los comentarios han proliferado en bitácoras y páginas personales y, en resumen, se ha montado la de Dios es Cristo.
Se me hace difícil no estar de acuerdo con las premisas de este movimiento fantasma, puesto que propone una vuelta a la literatura de siempre, a colocar al lector, y no a los otros escritores, como receptor del libro, y, en definitiva, a erigirse como una fuerza reaccionaria anti-nocilla. En palabras de Sergi Bellver, quien parece ser el ingeniero del asunto, la presunta nueva corriente busca "renegar de la versión más vacua de la posmodernidad", frase que, en mi opinión, define perfectamente la mayoría de las creaciones de la Generación Nocilla. En la entrada que titulé Postpoesía tienen ustedes una anécdota referente a Agustín Fernández Mallo, el autor enseña de la generación, que aun no siendo mas que eso, pura anécdota, puede servir como indicio especulativo sobre la presunta profundidad de sus creaciones. Si les interesa todo este asunto del Nuevo DRAMA, encontrarán una explicación más completa en el blog La medicina de Tongoy. Pero, por favor, no presten atención sólo al texto informativo. Lean, sobre todo, los comentarios, porque de eso va el asunto que intento abordar en esta entrada.
No les voy a pedir que den cuenta de las casi 400 opiniones. Si la cosa les parece tan interesante como a mí, lo harán, pero si no, basta con que lean diagonalmente, o con que al menos echen un vistazo a los primeros 100 mensajes. Van a entender perfectamente lo que les explicaba en el primer párrafo de esta entrada. El 90% de los opinadores se esconde bajo el anonimato, la mayoría de ellos para escribir desde el desprecio, e incluso en algún caso, para insultar con mayor o menor gracia a todo aquello que se mueva. Naturalmente, el nivel de los ataques se corresponde con el nivel de lo atacado, es decir, que no sólo verán trolls en acción, no; verán trolls "cultos", de esos a los que el fandom siempre le ha gustado calificar (autocalificándose él mismo) de manera despectiva  como gafapastas. Se darán cuenta pronto de que la diferencia entre impresentables, se muevan en el círculo que se muevan, es casi inexistente. En uno de los mensajes, un Anónimo llega a confesar que cada vez que ve a cierto escritor (cuyo nombre cita), siempre tiene la impresión de que éste no ha (perdón) follado en su vida.



¿Sorprendente? No, al contrario. Precisamente, este tipo de conducta proviene tanto del alto concepto que muchos tienen de sí mismos como del complejo de inferioridad de otros tantos, y de un afán de sentar cátedra, exhibir los propios conocimientos y mostrar la superioridad personal sobre el resto. Es lógico pensar que cuanto mayor sea el nivel cultural y la creencia en uno mismo, con mayor intensidad urgirá la necesidad de demostrarlo. Podría pensarse, por otra parte, que se trata de un defecto muy español, pero no, no se circunscribe a nuestro carácter nacional. Precisamente, todo este asunto de los comentarios navajeros me ha traído a la memoria otro que tuvo lugar hace un par de años en el Reino Unido. En 2009, el diario The Guardian promovió una suerte de encuesta en la que se preguntaba por los peores libros de la década. Lean los comentarios de los lectores (casi 900). Libros magníficos como El atlas de las nubes, de David Mitchell, o Chesil Beach, de Ian McEwan, son puestos a caldo con saña por los propios lectores británicos; también son vilipendiados muchos de los autores y novelas galardonados con el mismísimo Man Booker Prize. Lo peor es el tono de muchos de los mensajes.
El crítico John Sutherland hizo el siguiente extracto significativo. Por ejemplo, sobre  la alabada novela Sábado, de McEwan, se puede leer lo siguiente en la sección de comentarios:
"...está empapada en su propia mierda"
"...hace ya tiempo que me cagué en mi ejemplar, le prendí fuego y lo arrojé al jardín"
"...es pura mierda para el cerebro".
Naturalmente, Sábado era, en las fechas en las que se realizó la encuesta,el fenómeno literario del momento. Ya saben, la envidia, el complejo de inferioridad, los egos erectos..., en fin, todo eso que he citado antes. Pero no es McEwan el único maltratado, hay caña para todos:
"Un estudiante de 8 años se avergonzaría de entregar La vida de Pi como trabajo de clase"
"Nunca me abandones, de Ishiguro, es de hecho una mierda"
"El mar, de Banville, no es más que onanismo literario"
"Desgracia, de Coetzee: personajes inexplicables y diálogos sorprendentemente malos".
En fin, que ese defectillo de carácter no es exclusivamente nuestro, sino que se extiende, más bien, a toda la especie humana. Así que ya lo saben. Si algún día son bendecidos con el éxito o la fama, no les extrañe darse de bruces en internet con los improperios de gente a la que no conocen pero a la que parece que les deben la vida. Aunque la tecnología es coyuntural, el odio gratuito es eterno, y siempre acaba encontrando un camino para expresarse.






5 comentarios:

  1. Muy bien expresado. Tan extendida está la práctica del comentario breve y despectivo, y tanto parece influir en la opinión general internetera, que uno no sabe bien cómo poner de su parte para contrarrestar esta tendencia.

    Así que, ante la duda, he optado por dos principios que van a la contra de esta forma de expresión: a la hora de emitir una opinión por escrito en internet, procuro que sea argumentada y poco tajante; y a la hora de hacerme eco de una opinión (por ejemplo, reseñas de mis libros que enlazo en mi blog), doy preferencia a las abundantemente descriptivas y explicativas. Me parece importante, aunque sea una batalla perdida, mantener la creencia en unos estándares básicos de comunicación inteligente. Si no, ¿para qué todo esto?

    (Convendría, por cierto, analizar alguna vez cómo sucedió que la metáfora central de internet ha pasado de ser la biblioteca a... la plaza del pueblo.)

    Y creo que es sabido que en mi propio blog no publico los comentarios que me atribuyan comportamientos o intenciones ilegales o inmorales (que son pocos, por suerte). Pero por supuesto, sí que admito opiniones negativas, por descarnadas que sean. Lo que está claro es que con un exabrupto no se pueda entrar en diálogo, así que realmente me planteo el interés de estas opiniones, pero ante la duda he preferido trazar la línea admitiendo esos comentarios poco útiles.

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  2. Me parece sensato. En cuanto al paso de biblioteca a plaza del pueblo, bueno, eso es la condición humana. Desde un punto de vista pesimista (y realista), era de esperar. El medio cambia, la gente no. Es inevitable que haya Redbasura.

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  3. Ay, esto es el peligro de lo democrático de internet: la cantidad de gente que se escuda en la libertad de expresión para soltar lo primero que le pasa por la cabeza, escudándose en su libertad de opinión. El problema no es tanto ese, sino la bola que genera de otros que "alimentan al troll": alguien opina algo negativo sobre David Mitchell, otro con un criterio más formado tiene algo en contra de Mitchell y argumenta algo engañosamente sólido a favor de ese comentario positivo, otros cuantos usan esas falacias argumentativas que huelen a rancio pero que siguen funcionando bien, y por último otros lo convierten en esa falsísima e inexistente guerra entre "el gafapasta/culto/moderno" y "la gente normal".

    Y el mayor problema es eso, que la solidez de la argumentación es lo de menos, y el contenido de impacto de la opinión, cosa aprendida gracias a los aplausos de los programas de TV (sea un Sálvame, sea un debate político de Buroaga), es lo que acaba trascendiendo. Al final uno no sabe si pasar de estas movidas, sabiendo que si ignoras una bola de nieve la bola de nieve no va a parar de crecer, o si enfrentarte contra un mar de desdichas y acabar enfangado en conversaciones sin sentido llenas de ad hominem, porque tú pones tu nombre y te identificas como persona, y la masa enfurecida anónima no.

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  4. Cada cual hace sus elecciones. Lo que no entiendo es por qué Tongoy, que tiene un buen blog donde da sus opiniones de una forma más o menos argumentada, se presta al juego de los anónimos. En mi opinión, un blog medianamente serio no debería aceptar anónimos. Porque esas intervenciones del titular del blog llamando al orden me recuerdan mucho a aquellas de Sardá en sus Crónicas Marcianas de la última época en que lo único que tenía que aportar era que Boris se subiera a la mesa del plató y se bajara los pantalones.

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  5. Pues sí, es cierto. Y además es un riesgo desde que te pueden empapelar por cualquier comentario como responsable de la página. Creo que las herramientas del blog te permiten controlar esas cosas. Lo curioso es que cuando se ve obligado a borrar comentarios (quedando constancia de que los ha borrado), no se corta. Supongo que tendrá sus motivos.

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