miércoles, 23 de febrero de 2011

Tim Hamilton. Fahrenheit 451 de Ray Bradbury

Un amigo que acaba de regresar de París me contaba la otra tarde que el cómic allí es otra cosa. Las grandes novedades son acogidas con el mismo recibimiento que cualquier obra literaria; las librerías más importantes dan al cómic un trato preferencial, colocándolo a un nivel semejante al de los libros. Según me cuenta mi amigo (yo no he tenido la suerte de poder visitar Francia aún) la sección dedicada al cómic en las tiendas rivaliza en tamaño y posicionamiento con la otorgada a las novedades literarias. Cada nueva obra procedente de algún gran guionista, dibujante o ambas cosas es recibida con una expectación, tanto por el público como por los medios, que aquí sólo le dedicamos a las creaciones más esperadas del cine o la literatura.
Sólo puedo decir esto: qué envidia. Porque en este país ese tratamiento preferencial al noveno arte (sí, señor Molina Foix, arte), no está dando mas que sus primeros pasos. El cómic ya va a apareciendo en las librerías y va ganando adeptos dentro del campo de la crítica literaria, pero aún dista años luz del lugar que debe ocupar, el del arte que mejor ha sabido medrar en las procelosas aguas del posmodernismo. A continuación les dejo la reseña de un cómic que adapta al medio una de las grandes obras de la ciencia ficción del siglo XX, Farenheit 451.


La obra de Ray Bradbury ya había sido llevada al cine por el francés François Truffaut, y es el norteamericano Tim Hamilton quien en esta ocasión la traslada al lenguaje del cómic. Este interés por la obra, procedente de distintos medios, da una idea de su importancia. Considerada como una de las mejores novelas del siglo XX, Farenheit 451 tuvo su origen en una anécdota sufrida por su autor. En un paseo nocturno, fue retenido por la policía sin motivo aparente. De ese encuentro nació un relato, “El peatón”, que después daría lugar a la novela corta El bombero, cuya última ampliación se acabaría conociendo como Farenheit 451.
Bradbury trasladó al papel El bombero en una de las máquinas de escribir que había en alquiler en la biblioteca de la Universidad de California, rodeado de libros. Su crítica particular encontró una imagen gemela, aún más grande, procedente del momento que vivía su país. El senador Joseph McCarthy había llegado a decir que quizás se debieran quemar las bibliotecas, llenas, según él, de libros repletos de ideas perjudiciales para los buenos ciudadanos. Viendo cuál fue el germen de la novela, no cuesta mucho imaginar cuál es el tema que da vida a sus páginas. Estamos ante una metáfora de la tiranía, representada bajo el aspecto de un Estado autoritario, el cual mediatiza la libertad de sus ciudadanos interviniendo en los medios de comunicación y dictando los caminos a seguir por la cultura. El cuerpo de bomberos ha pasado de apagar incendios a encargarse de la quema de libros. El Estado dirige a sus ciudadanos por medio de la televisión, y ve en la literatura al enemigo.


"Lees unas cuantas frases y te despeñas por el acantilado. Buum, listo para volar el mundo, cortar cabezas, atropellar a mujeres y niños, destruir la autoridad."


Ese párrafo, extraído de la novela gráfica, es la visión de los libros que el Estado ha inculcado en sus ciudadanos. Lo que se narra en Farenheit 451 es la rebelión de Guy Montag, un bombero que, a pesar de no ser feliz, no guarda dudas sobre su trabajo. Hasta que conoce a Clarisse, cuyas palabras le conducen a una nueva percepción de las cosas. Cómo acaba la historia, su apuesta por el último refugio de la literatura, es un episodio comúnmente conocido.
Esta adaptación que nos ofrece el noveno arte es más fiel al original literario que la que presenta el filme de Truffaut. De hecho, Tim Hamilton confiesa que prefirió no ver la película para no sentir su influencia. Y sin embargo, el futuro que recrea el dibujante es similar al del filme. Estéticamente aséptico, procede del ideario de cualquier ciudadano de los años 50. No se trata de un futuro sofisticado, no hay alta tecnología; no es ciberpunk, no es near future tal como lo entendemos los habitantes del siglo XXI.
Hamilton dibuja el futuro basándose en apenas tres o cuatro colores, en líneas rectas y figuras silueteadas, con formas simples. La oscuridad, siempre presente, se abre escasas veces al azul, al verde o al gris, y especialmente al rojo y el amarillo cada vez que el fuego aparece. El fuego es quizás el personaje más poderoso de la obra. Como una criatura viva, se ramifica, se multiplica y eleva hasta apoderarse de las viñetas, todas ellas siempre superpuestas sobre un fondo dominante que ocupa toda la página. Los personajes humanos tienen rasgos anónimos, oscuros, excepto Clarisse, luz en cada acto de presencia.
En conclusión, “Farenheit 451 de Ray Bradbury”, que es como se titula esta novela gráfica, es esencialmente fiel a la novela. Su lectura, al igual que la del libro, deja una cierta desazón, un desangelamiento general por un mundo triste y un futuro siempre en duda. El tono sobrio de sus páginas redunda en ese sentimiento. No es una obra espectacular, no es una obra alegre, pero deja un poso de disfrute.


Reseña publicada originalmente en Prospectiva.

lunes, 21 de febrero de 2011

Ted Chiang. La historia de tu vida

Aunque para emitir cierto tipo de juicios siempre es preferible dejar trabajar al tiempo, hay casos en los que se puede aventurar una evaluación literaria sin necesidad de esperas. Me ocurre particularmente con La historia de tu vida, libro que en mi opinión se cuenta entre los diez mejores publicados en la ciencia ficción de la pasada década. La antología de cuentos escritos por Ted Chiang hace honor a toda una tradición dentro del género, la del cuento corto, en otros tiempos sustento y esencia de una cf que hace tiempo decidió, sin embargo, evolucionar hacia el polo opuesto. En este marasmo de novelas río, de series interminables, de tomos gargantuescos, el rescate por parte de Chiang de la grandeza del cuento corto se encuentra sin duda entre lo mejor que hemos podido disfrutar entre los años que van del 2000 al 2010.
Ted Chiang está en España, y el jueves 24 de febrero acudirá a un encuentro con los lectores en la librería Estudio en Escarlata. Una ocasión única para escuchar las cuitas de este gran escritor y preguntarle, de paso, algunas cuestiones sobre las historias incluidas en su libro. Y también, por qué no, sobre sus dos novelas cortas, The Merchant and the Alchimist's Gate y The Lifecycle of Software Objects, las cuales esperamos ver publicadas en nuestro país en breve, a ser posible y dada la extensión de ambas, en un solo volumen. ¿No sería maravilloso?





La vigencia de la distancia corta

Pese a las preferencias del lector de ciencia ficción por la distancia corta, las colecciones de cuentos siguen sin aproximarse a los números de venta de las novelas, así que no debemos extrañarnos por la escasa presencia de antologías en editoriales especializadas. Una de ellas, Bibliopolis, que hasta ahora se ha caracterizado por realizar apuestas arriesgadas a la busca de la calidad, ha acertado de lleno con la publicación de La historia de tu vida, único libro publicado hasta el momento por el magnífico Ted Chiang. El norteamericano es una rara avis dentro del género. A pesar de llevar más de diez años publicando, y de tener varios premios importantes en su haber (el Hugo y el Nebula entre ellos), no ha dado a luz mas que a ocho cuentos, lo cual revierte en un contrapunto positivo: toda su obra narrativa esté contenida en esta antología. El prestigio del norteamericano se cimenta principalmente en la calidad de sus escasas creaciones, ya conocida por los lectores de Gigamesh, pues dos de los relatos contenidos en este volumen habían sido publicados previamente en las páginas de la revista.
Entre las señas de identidad de Chiang destacan un lenguaje preciso, que dirige la historia de modo inquebrantable por un sendero prefijado con exactitud matemática, y una sensibilidad exquisita. En el otro extremo, sus cuentos supuran un cinismo elegante, no patente en la superficie pero sí en el contenido. Poseedor de un estilo reposado pero carente de morosidad, Chiang es un extraordinario arquitecto de situaciones. Gran manejador del diálogo, no suele inclinarse por el desarrollo de escenarios, pero cuando lo hace obtiene excelentes resultados.
Ocurre, por ejemplo, en “La torre de Babilonia”, cuento en el que utiliza la imagen imborrable de la construcción que le da título para adaptar los conceptos espaciales de la física moderna a la concepción antigua del mundo y explicar el carácter circular del universo en clave bíblica. Una ingeniosa recreación de la realidad bajo pautas distintas. Es evidente que las Sagradas Escrituras apasionan a Chiang, pues a ellas vuelve en “El Infierno es la ausencia de Dios”, cuento en el que, desde una lógica cargada de ironía subyacente, el autor lleva la visión ortodoxa, y especialmente el Primer Mandamiento, a sus naturales y espantosas consecuencias. Sin abandonar cierto misticismo, Chiang se traslada de la fantasía al subgénero del steampunk en “Setenta y dos letras”, un cuento en el que a partir del mito del golem construye un atractivo mundo de ambientación victoriana donde la cábala y la nomenclatura adquieren calidad de ciencia, y en el que la búsqueda del algoritmo reproductor de la especie humana sigue un desarrollo cuasi detectivesco. Una nueva traslación de las claves de nuestro universo a un contexto distinto.
Dentro de la excelencia general, destacan dos cuentos que rozan la calidad de obra maestra. “Comprende” contiene un choque de trenes metafísico que hiperboliza el concepto que daba vida a “Flores para Algernon”, el clásico escrito por Daniel Keyes. Se trata del relato de un individuo que evoluciona por medios químicos hacia la totalidad intelectual, punto en el que encuentra a un semejante que es poseedor de valores éticos contrarios a los suyos. En este texto, extremadamente poderoso en el manejo lingüístico, se desarrolla con precisión de relojero una progresión sin frenos hacia el status divino y el enfrentamiento definitivo. Es una demostración de poderío semántico en cuanto a la descripción del proceso mental humano lanzado al infinito, plasmada con una contundencia léxica que apabulla el intelecto del lector a la par que su capacidad emocional. En “La historia de tu vida”, el escritor se impone a lo narrado, pues a pesar de las omisiones que contiene la lógica interna de la historia (el factor humano sumado a la percepción global del tiempo siempre mostrará tendencia hacia la intromisión), logra hacerla no sólo creíble, sino también emotiva. La protagonista es una traductora que al interpretar y asumir el lenguaje de los primeros visitantes extraterrestres cambia su percepción del tiempo y adquiere una conciencia no lineal de éste. Un cuento colosal estilística y conceptualmente.
“¿Te gusta lo que ves? (Documental)” es el único relato creado ex profeso para la antología. Chiang se sirve de un ingenio tecnológico que permite anular la percepción de la belleza para abordar la presunta inmoralidad de su uso discriminatorio en nuestra sociedad. El relato es un juego de declaraciones cruzadas desde las que se aportan los distintos pros y contras, en un ejercicio plural en el que el autor no toma partido. Completan el volumen el ultracorto “La evolución de la ciencia humana”, que podría pasar por una breve continuación de “Comprende”, y “Dividido entre cero”, una fallida invitación a reflexionar sobre la relación entre el macro y el microcosmos humanos que contrapone un suceso de fría incidencia universal, el descubrimiento de un error que invalida las matemáticas, a otro de importancia individual, el fin de una relación personal. Aunque Chiang triunfa en lo que es su punto fuerte, la confrontación de realidades conceptuales distintas, esta vez no consigue que la mente del lector sienta la vorágine del cambio como en otros cuentos.
En conclusión, la imagen final que se obtiene de Ted Chiang tras la lectura de la que hasta el momento es toda su obra narrativa, emula la de un excelente vendedor de tremenda labia literaria que sabe moverse estupendamente entre géneros, un creador de construcciones lógicas dirigidas a la inteligencia del lector. El libro, por cierto, incluye un inusual apéndice en el que el autor, a modo de confidencia, explica la concepción original de cada uno de los cuentos. Un detalle que sirve de pequeña guía para todo aquel que no acabe de aprehender la esencia de estos maravillosos relatos. De esta edición española cabe citar tanto la correcta traducción del propio Luis G. Prado, notable si tenemos en cuenta que el lenguaje de Chiang se torna en algunos casos preciso hasta la erudición, como, desgraciadamente, el número elevado de erratas, algo que nunca resulta del agrado del lector/comprador.
Al margen de esta pequeña salvedad, estamos ante un libro imprescindible para nuestros tiempos. Ajeno a la realidad comercial, La historia de tu vida demuestra con rotundidad que el cuento de ciencia ficción sigue inequívocamente vivo.



La versión original de esta reseña fue publicada en el nº 40 de la revista Gigamesh.