jueves, 19 de abril de 2012

Imágenes de cf. XIV


"La nave llegó al costado de Foyle, con los luminosos portillos de su flanco resplandeciendo en amistosa luz, su nombre y número de registro claramente visibles en caracteres luminosos sobre el casco: Vorga-T: 1339. La nave estuvo a su lado en un momento, pasándole en el segundo, desapareciendo al tercero.
El compañero lo había despreciado; el ángel lo había abandonado.
Foyle dejó de bailar y de canturrear. Se quedó mirando con desmayo. Saltó hacia el panel de las bengalas y aporreó los botones. Señales de auxilio, de aterrizaje, de despegue y de cuarentena estallaron surgiendo del casco del Nomad en una locura de luces blancas, rojas y verdes, pulsantes, suplicantes... y el Vorga-T: 1339 pasó silente e implacable, con los cohetes de popa brillando de nuevo mientras aceleraba en una trayectoria hacia el Sol.
Así que, en cinco segundos, nació, vivió y murió. Tras treinta años de existencia y seis meses de tortura, Gully Foyle, el estereotipo del Hombre Común, dejó de serlo. La llave de la cerradura alojada en su alma dio un giro y la puerta se abrió. Lo que emergió expulsó al Hombre Común para siempre.

-Pasas al lado -dijo, con furia creciente-. Me dejas para que me pudra como un perro. Me dejas para que muera, Vorga... Vorga-T:1339. No. Saldré de aquí, yo. Te seguiré, Vorga. Te encontraré, Vorga. Me las pagarás. Haré que te pudras. Te mataré, Vorga. Te mataré de la forma más sucia.

El ácido de la furia corrió a través de su cuerpo, corroyendo la paciencia bruta y la pereza que habían convertido a Gully Foyle en una cifra, precipitando una cadena de reacciones que harían de Gully Foyle una máquina infernal. Era un hombre abocado:

-Vorga, te mataré, sucia."





lunes, 16 de abril de 2012

Stargate Universe, una agradable sorpresa

Toca serie, televisiva. Debido a todo lo bueno y numeroso que ha dado la nueva Edad de Oro de la televisión anglófila, el espectador bregado en los secretos del downloading no ha dado abasto en estos últimos años. Las series importantes, esas que están en la cabeza de todos los adictos a la pequeña pantalla, las hemos devorado (o aprovisionado) casi todos. Las malas, que también las ha habido, han sido las responsables de que muchos hayamos maldecido en arameo a causa del tiempo malgastado en su consumo. Por supuesto, hay también un término medio, y en él han sido enterradas series a las que no se les ha dado tanta cancha y que sin embargo han contado con una calidad superior a la de otros productos mucho más publicitados.
El aficionado a la ciencia ficción ha asistido con sorpresa al triunfo global de hits como Battlestar Galáctica, exitosa revisión de un oldie trasnochado, o Lost, sin lugar a dudas el producto televisivo más influyente de la pasada década. En realidad, las series que en estos últimos años han construído sus argumentos sobre componentes de cf se cuentan por decenas, por eso es y ha sido tan sumamente difícil separar el grano de la paja. Un método de decisión muy utilizado en esto del qué veo y qué no suele ser el consejo ajeno, de gente que, se supone, comparte más o menos la misma onda. Tal estrategia no siempre funciona. Ante la dificultad que plantea la diversidad de gustos, muchos utilizan la cancelación como indicativo de las escasas bondades de una serie, un error de bulto que en ocasiones priva al espectador de un auténtico disfrute. Si quieren un ejemplo exageradamente popular, apunten Firefly, pero si lo que buscan es algo insospechado, no se pierdan Stargate Universe.
Lo primero que han de tener en cuenta si se animan con su visionado es que se trata de una franquicia, con todas las bondades y defectos que eso conlleva. Las franquicias son un producto peculiar. Han dado series (y temporadas) memorables, pero es imposible disfrutar de ellas desde el prejuicio. Para sacarles el jugo, o se entra en el juego o directamente se renuncia. El mayor ejemplo de esto que les digo es Babylon 5, la mejor space opera que se haya rodado para un medio audiovisual (sí, cine incluido), en realidad una película con un arco unitario de cinco temporadas de duración y cuyo contenido era tan apasionante como complejo, pura aventura espacial que presentaba a su vez una hondura temática y una profundidad de personajes propias de la literatura más exigente. Sin embargo, ay, la estética estrambótica, los "cantosos" trajes y las extrañas fisonomías alienígenas que por ella se paseaban supusieron una barrera infranqueable para el gran público.
Para disfrutar de estas series, o se juega sin excusas o mejor se deja. En SGU no van a toparse ustedes con mucha pinta extraña, pero sí se les va a exigir la aceptación de ciertas claves del género de ciencia ficción y de algunas concesiones obligadas a la franquicia que le da nombre. Si son aficionados al género, todo esto que les digo sobra, porque pocas series de televisión han sido tan fieles a los conceptos nucleares de la cf. El texto que tienen a continuación se limita a reseñar la primera temporada. Hubo una segunda, y estuvo a la altura de la primera. Y después vino la cancelación. A los aficionados, presas de una interesada candidez, nos gusta pensar en ella como algo provisional. Por lo ilógico de ese cierre, pero especialmente por la maravillosa y emotiva última escena, un delicioso guiño a aquél chaval que, con la mirada limpia e ilusionada, se enamoró de la ciencia ficción en la adolescencia.




La gran aceptación que tiene en estos momentos el género de ciencia ficción tuvo su origen en las space opera audiovisuales. La saga familiar de Star Wars abrió la lata, y series catódicas y cinematográficas como Star Trek y la misma Stargate lograron hacer popular la imaginería espacial. La cuestión de si su influencia en el público general ha sido beneficiosa o no podría ser asunto de debate, pero lo que es innegable es el papel que han ejercido como embajador del citado género. Estas franquicias televisivas se han ido dividiendo a su vez en diversas series de varias temporadas, las cuales han ofrecido resultados de calidad dispar. Curiosamente, es un hecho que cuanto más oscuro se ha vuelto el tono, algo que en teoría supone una pequeña traición a la esencia de las respectivas series, más interesante ha sido ese resultado.
Si la cima del universo Star Trek se encuentra en los episodios Borg repartidos por sus distintas series y, especialmente, en la magnífica tercera temporada de ST Enterprise, la mejor cara de la franquicia Stargate, compuesta por Stargate SG-1, Stargate Atlantis y Stargate Universe, la ofrece sin duda esta última, que ya ha dado muestras de gran calidad en apenas una temporada. Si entramos en el juego de las comparaciones, podemos decir, basándonos en su idéntica premisa, que SGU es lo que debió ser STVoyager y no fue. En SGU se narran las peripecias de una tripulación formada por militares y civiles humanos a bordo de la Destiny, una milenaria nave fletada por la raza de los Antiguos para abrir nuevas vías en lejanas galaxias, a millones de años luz de la Vía Láctea.

Nicholas Rush

La serie sitúa sus prioridades tanto en el devenir de los personajes como en el escenario, dividido éste entre los parajes planetarios que visitan y el claustrofóbico entorno de la nave. Sin energía, sin alimentos, sin agua, sin aire, los episodios hacen honor, uno tras otro, al lema con el que el primer tráiler anunciaba la serie: “La única misión es la supervivencia”. Los conflictos interpersonales y la tensión entre pasaje civil y militar son foco de atención continuo, y buscan intencionadamente, junto a los rápidos movimientos de cámara, la estética de otro espectáculo televisivo de reciente éxito, Battlestar Galáctica. Aunque es cierto que, en la segunda decena de capítulos, la serie ha sabido encontrar su propio lenguaje.
El tratamiento de personajes es excelente, particularmente en el caso del doctor Nicholas Rush, al cual interpreta muy acertadamente el escocés Robert Carlyle. El capítulo titulado “Human”, dedicado por completo al pasado del irascible físico, es un buen ejemplo de las bondades de esta serie y de la preocupación que muestra en la caracterización de sus personajes. Las relaciones entre los tripulantes rayan continuamente el conflicto, siempre motivado por cuestiones de singular importancia. Se trata de un entorno cerrado, asfixiante, carente de comodidades y en el que todos se saben víctimas de un futuro incierto.
El tono oscuro, denso, es uno de los responsables de que estemos ante una buena serie televisiva, pero el hecho distintivo que le añade la coletilla “de ciencia ficción” es también sobresaliente. Contra el habitual predominio de la space opera, en esta serie se da también una presencia extremadamente importante de ciencia ficción hard. Al menos tal como era entendida ésta en la literatura anglosajona de los años 50. En uno de los episodios la nave se interna en la cromosfera de una estrella para cargar energía, en otro se maneja la idea de una desconocida especie constructora de sistemas solares enteros, una de las más peligrosas misiones en el exterior de la nave tiene lugar en las cercanías de un pulsar y en otro de los capítulos se suceden varias paradojas temporales. Es decir, la serie no se mantiene atenta sólo al más que bien llevado factor humano, sino que también muestra interés en perseguir el sentido de la maravilla.
SGUNiverse funciona tan bien con sus dos principales bazas, los misterios cósmicos y la interrelación entre los personajes, que el único pero reside precisamente en el lazo de unión con la franquicia a la que debe su existencia. El artificio de las piedras que intercambian conciencias a distancia, mostrando al espectador lo que sucede simultáneamente en nuestra querida Tierra, hace posible cumplir débitos tales como el obligado cameo de viejos personajes conocidos, protagonistas de las series hermanas, o el continuo recordatorio de que estamos en el universo Stargate, con sus viejas facciones en lucha. Sin embargo, cada uno de los episodios en los que las piedras se han utilizado se corresponde con los momentos más bajos de la serie, pues suponen una ruptura del creciente nivel de angustia que se vive en la nave.
Aún así, la serie luce incluso en los aspectos mas detallistas. El acompañamiento musical ejerce un gran protagonismo, en consonancia con el resto del conjunto. El score compuesto por Joel Goldsmith resplandece desde el fondo de muchas escenas. SGUniverse se atreve, incluso, a apuntarse a la moda de ambientar con canciones el principio o el final de cada capítulo, con piezas tan maravillosas como el "English Rose", de los míticos The Jam. Los efectos infográficos también destacan, tanto a la hora de mostrar el entorno de la nave como en la creación de las distintas criaturas que acosan a los protagonistas en cada mundo, dinosaurios incluidos.
Buen reparto, buenas interpretaciones, buena historia, buenos guiones, buena música y mucha ciencia ficción. Eso es Stargate Universe, una serie hecha para disfrute del buen aficionado a este maravilloso género. O al menos de aquel al que las franquicias televisivas no le provoquen rechazo.





La versión original de esta reseña fue publicada en el portal Prospectiva.

domingo, 15 de abril de 2012

Christopher Priest. Experiencias Extremas S. A.

La semana pasada una pequeña polémica sacudió el mundillo de la ciencia ficción. El magnífico escritor británico Christopher Priest aprovechaba las páginas virtuales de su blog para poner a caer de un burro la reciente elección de nominados al premio Arthur C. Clarke. La cosa ha acabado ramificándose con las intervenciones de opositores y apologetas, muchos de ellos compañeros de profesión como Pat Cadigan, John Scalzi o el propio Charles Stross, una de las dianas a las que aluden las críticas del polémico texto.
Pueden seguir toda la historia, apasionante para el que disfrute de esto de la ciencia ficción, desde la entrada que a tal asunto ha dedicado Nacho Illarregui en la renacida C. Allí encontraran todos los enlaces necesarios para seguir la discusión. Pueden, incluso, adentrarse aún más allá si lo desean. En mi opinión, el texto de Priest es, en esencia, el sentido lamento del maestro que, con gran desaliento, asiste año tras año a la falta de profesionalidad de sus compañeros de oficio. Yo les dejo con una reseña que escribí hace años para una de sus novelas. Aunque The Extremes (que así se titula en realidad) ha sido considerada por muchos una de sus obras menores, a mí me sigue pareciendo extraordinaria. Con Priest ocurre un poco lo que con Ballard, que ya quisieran muchos para sí sus "obras menores".




El mismo año en el que dos de los nombres más repetidos han sido Matrix y Columbine, aparece en nuestro país, con un lustro de retraso, Experiencias Extremas S. A., un libro de Christopher Priest que trata los temas de la realidad virtual y las masacres perpetradas por individuos desequilibrados. Tras el excesivo bombardeo mediático, se podría pensar que esta novela difícilmente iba a aportar nada nuevo, sino que más bien se sumaría al maelstrom de información y especulación generado al respecto. Error. La personalísima visión literaria de Priest conduce la narración por caminos poco trillados, dejando el esperado poso de crítica social, sí, pero convirtiendo también al conjunto en un ejercicio metaficcional que dinamita algunas de las barreras de la ortodoxia literaria. Y no en su forma, donde casi todo está ya probado, sino donde es más difícil, en su estructura interna.
La acción gira en torno al drama personal de Teresa Simmons, agente del FBI cuyo trabajo incluye la incursión en recreaciones virtuales de las masacres realizadas por los conocidos mass murderers con el fin de estudiar el proceso mental que los lleva a cometerlas. Tras perder a su marido en una de esas matanzas, acaecida en el estado de Texas, Teresa viaja hasta la pequeña localidad inglesa de Bulverton, en parte para paliar el sentimiento de pérdida y en parte porque allí, en la misma fecha, se produjo una tragedia semejante. Su investigación, realizada a la par en la realidad convencional y la virtual, le hará conocer de primera mano el drama personal de los afectados y las secuelas producidas en los habitantes del pueblo, así como los extraños detalles del suceso.
Aunque Priest es un autor de ciencia ficción, su forma de narrar y abordar los temas es más propia del mainstream. El autor comienza su relato con una suma de historias particulares, centrada en los problemas de los personajes, para bien entrada la novela agrandar el paisaje y mostrar un mundo mucho más amplio. La sensación inicial de aislamiento de la protagonista en un pueblo emocionalmente apagado pese al devenir diario de sus gentes, el tráfico y los comercios abiertos, está magníficamente transmitida. La información es ofrecida a retazos. Poco a poco se van introduciendo episodios concretos del pasado, así como otros elementos nuevos. Los progresivos flashbacks y la incorporación de los distintos dramas personales, mezclados con aleatoriedad, produce un efecto collage contundente y efectivo que potencia la riqueza de los personajes y de la historia.
En cuanto a la ficción, la técnica de recreación virtual, basada en los recuerdos que guardan los testigos de un acontecimiento determinado, es fresca, ingeniosa y muy generosa en cuanto a sus implicaciones. Ofrece un nuevo punto de vista desde el que estudiar la relación de la memoria con la personalidad y, especialmente, con la realidad. Una RV de consumo, que el autor hace cercana al dotarla, cara al usuario, del mismo modus operandi que nuestra Internet. Su utilización en la novela tiene, además, otro trasfondo que Priest aprovecha para construir una crítica del mercantilismo actual de la violencia y el peligro que conlleva la libre comercialización de armas de fuego. No es un dato casual que la protagonista sea norteamericana de adopción.
Pero, como decía al principio, lo realmente impactante de esta novela es, una vez más, el sello Priest. Quien sólo disfrute ajustándose a las fórmulas narrativas habituales se sentirá decepcionado, pues el escritor se las salta en el último cuarto de novela al personalizar y cargar el desenlace en una subtrama específica, desentendiéndose del tema central de la relación entre masacres y RV, un sacrificio narrativo dirigido a centrar la atención en las evoluciones finales de su protagonista.
La resolución de los enigmas propuestos no es importante. El escenario, la acción, todo lo presenciado no tienen validez más que como un elemento de evolución en la cabeza de la agente, como el percutor que la lleva finalmente a extraviarse en los recovecos de su memoria. La historia es un instrumento al servicio de la evolución de Teresa; una vez cumplida su función, el autor la deja a un lado. Con ello, Priest va más allá (y esto parecía difícil) que en sus últimas obras, pues en ellas el uso de la primera persona apoyaba tal artificio. En ésta, narrada en tercera persona, todo es más impersonal, pero aún así, igual de subjetivo. El principio mismo de la novela, contado desde un recuerdo posteriormente trastocado, es otra prueba de que el patrón de lo real y lo irreal está en la percepción de Teresa Simmons.
Obras como ésta, o como la excepcional Vurt, de Jeff Noon, en la cual la influencia carrolliana es mucho más marcada, logran realizar lo que en estos tiempos parecía un imposible: jugar con la realidad de un modo original, logrando de un modo original rehuir la etiqueta de dickiano.



El texto original de esta reseña fue publicado en Bibliópolis, crítica en la Red.