lunes, 23 de abril de 2007

Día del Libro en la Cuesta de Moyano

La nueva Cuesta de Moyano
Un año más, 23 de abril. Siempre, desde que tengo memoria de ello, he celebrado el Día del Libro una jornada antes. No, no se trata de otro de esos síntomas de ansiedad que acucian a los que padecemos el virus de la lectura. La explicación es más simple: el 22 de abril cumplo años, así que, sin esperar a esa efeméride festiva anual que conmemora la muerte de los dos escritores universales más ilustres, emulo a Woody Allen y tomo el dinero y corro. Hacia mis librerías habituales o, si cae en fin de semana, hacia la Cuesta de Moyano.
Ubicado en esa popular rúe desde 1925, este mercado de libros fue durante el pasado siglo y es, todavía, uno de los lugares de encuentro preferidos por los aficionados. En él se pueden encontrar aún libros a precios realmente económicos entre los que, ocasionalmente, aparecen algunas raras piezas largo tiempo buscadas. Ir a primera hora de la mañana y gastar el tiempo en hurgar entre las numerosas mesas y estanterías constituye una delicia para cualquier bibliófilo.
Hace tres años, los puestos de la Cuesta fueron trasladados no muy lejos, a Recoletos, y allí han permanecido durante el período que han durado las obras de peatonalización*. Esta semana, precisamente, se ha efectuado por fin el retorno. Lo cierto es que casi ha merecido la pena, pues la calle ha quedado franca al paso de peatones, sin vehículos ni obstáculos, con lo que ya se puede pasear arriba y abajo, en paralelo a la línea de los puestos. También se ha traído desde el Retiro la estatua de Pío Baroja, un detalle que da, si cabe, más personalidad al entorno. Los alcorques, aunque vacíos y llenos de tierra roja, siguen presentes, supongo que para una futura plantación de árboles que ofrezcan sombra, tal como antes.
Quizás echen de menos el fresquito del Jardín Botánico, pero no creo que los libreros se quejen mucho por la vuelta al antiguo emplazamiento. Lo cierto es que entre el lavado de cara y los viejos atributos, disfruté mucho del paseo, y finalmente, aunque no encontré ningún tesoro anhelado, sí me hice con un par de novedades, que era otro de los objetivos. Así pasé mi Día del Libro.
Ahora, si me disculpan, les dejo, que he quedado para celebrar la Noche de los Libros.


* Quien quiera comprobar que el castellano es una lengua viva en constante evolución, que busque el capítulo titulado "Peatonal" en El dardo en la palabra, la divertida antología de artículos escritos por Fernando Lázaro Carreter. El autor carga sin piedad contra el uso de un vocablo que, sin embargo, se ha convertido en pocos años en insustituible.

viernes, 20 de abril de 2007

Meme para lectores



Iba a dedicar esta entrada a la concesión del premio Pulitzer de novela 2007 a The Road, el post apocalíptico de Cormac McCarthy al que ya me referí en el pasado, y a lo que significa en la ya innegable normalización del género de ciencia ficción. Iba a hacerlo, lo prometo, pero al final he decidido postergarlo para responder a la amable "invitación" de Juanma Santiago, quien desde su blog ha lanzado un meme especialmente dirigido a los aficionados a la lectura. Consiste en dar a conocer el segundo párrafo de la página 139 del libro que se esté leyendo en esos momentos.
Ahí va:


El defecto de las historias de Cristo, decía el visitante del espacio, estaba en que era en realidad el Hijo del Ser más Poderoso del Universo, aunque pareciera un don nadie. Y los lectores así lo veían, de manera que cuando llegaban al momento de la crucifixión pensaban (y Rosewater leyó en voz alta nuevamente):¡Esta vez han metido la pata al escoger a ese tío para lincharle!


Fácil, ¿verdad? Me parece que a Alex, si llega a leer esto, le va a resultar divertido y curioso. Aprovecho la coyuntura, por cierto, para dar a continuación rienda suelta a mi gusto por las anécdotas intrascendentes.
Resulta fascinante cómo nuestro cerebro trata a veces de facilitarnos las cosas llegando incluso a falsear la realidad. El planeta en el que retienen al protagonista de esta novela se llama Tralfamadore. Sin embargo, en muchas de las reseñas y menciones dedicadas al libro en estos días, diferentes personas se refieren a él como Trafalmadore. El hecho de que sea menos complicada la lectura y pronunciación si se coloca la ele en la segunda sílaba conduce al error, de tal modo que, aun revisando el texto varias veces, puede parecer que está correctamente escrito. ¿Alguien en la sala conoce el nombre científico de este fenómeno?
Para cumplir con la etiqueta, infecto con este meme, que se propaga cual virus maligno, a mi amigo Jorge. Que aproveche.

miércoles, 18 de abril de 2007

Mirrorshades, en Hélice


Ya tienen a su disposición la tercera entrega de la imprescindible revista digital Hélice. Como en números anteriores, críticas y artículos de actualidad profundizan en los vericuetos del género fantástico, siempre desde una perspectiva seria y respetuosa con lo literario. Pueden leer la reseña dedicada a Mirrorshades, una antología ciberpunk con tanta confianza como si hubiera aparecido en este blog.

martes, 17 de abril de 2007

Samuel Beckett. Esperando a Godot

Esperando a Godot
En 1961, el International Theatre Institute, ONG vinculada a la UNESCO, creó el Día Mundial del Teatro, evento que desde entonces se celebra todos los años el 27 de Marzo. No pude en su día, pero hoy he querido sumarme al festejo dedicándole esta entrada a una obra reciente (tratándose de teatro, 50 años no es nada) de fama universal. Quería elegir algo actual, algo que estuviera en consonancia con los momentos que hemos vivido en la política española últimamente, así que recurrir al Teatro del Absurdo era casi obligado, si no por fondo, sí por denominación.
El nombre de este estilo dramático constituye una perfecta definición de su contenido. La vacuidad, la reiteración de diálogos sin profundidad y las situaciones carentes de lógica conforman la materia que da aliento a sus obras. Se trata de la derivación escénica del existencialismo, cuyo objetivo ideológico se centra en la ausencia de sentido de la vida y el proceder humanos. Junto a Eugène Ionesco, el irlandés Samuel Beckett fue uno de sus máximos representantes y Esperando a Godot una de sus principales aportaciones.
En el escenario, a lo largo de dos únicos actos, sólo cinco personajes. Dos principales, Vladimir y Estragon, presentes en toda la función; otros dos en repetida visita, Pozzo y Lucky; y un quinto, el muchacho, de presencia fugaz. Los protagonistas conversan futilmente, la mayor parte de las veces sin sentido, repiten frases, matan el tiempo tontamente y se limitan a simplemente estar mientras esperan a un tal Godot. Su hastío e inanidad sólo es interrumpido por la visita de un tiránico personaje que lleva a su sirviente atado a una larga cuerda. Tras repetidos intentos nada fructíferos, sólo logran sacar de su abulia al servidor cuando le ordenan pensar y éste lo hace en voz alta, en un discurso falto de lógica o intención alguna, un sinsentido de términos que no conduce a ninguna parte. El acto acaba con la marcha de los dos visitantes y la aparición de un muchacho que informa de que Godot ya no vendrá hoy, pero sí mañana. Acto seguido, llega la noche. En el segundo acto se da una repetición sustancial del primero, con escasas diferencias en el transcurso de los acontecimientos.
El tedio existencial y la imposibilidad de cambiar las cosas constituyen el mensaje dominante en toda la obra. En apoyo de tales principios, algunos detalles aislados van sumando significados más pequeños a la gran idea central. La relación de los dos protagonistas, por ejemplo, bordea la conyugalidad, hecho que sugiere el desgaste de las relaciones maritales y su trayectoria descendente. Uno de los dos es adaptable a las novedades, mientras que el otro siempre responde igual. Por otra parte, tanto el explotador Pozzo como el explotado y abúlico Lucky se prestan a una identificación de roles sociales harto conocidos.
El absurdo continuo y la repetición de diálogos provoca de forma inevitable una cierta comicidad, como en la escena del intercambio de sombreros o en el continuo toma y daca dialéctico. O en la verborrea inesperada de Lucky. Seguramente el lector, y sobre todo el espectador, Samuel Becketttendrán tiempo de aprehender pequeños, efímeros significados ocultos en algunas ocasiones, aunque la realidad del conjunto se impone finalmente, un todo en el que hasta la estructura, simple repetición de la nada, juega al servicio de lo exangüe.
En el anecdotario cabe resaltar que Beckett llevó su triunfo más allá de lo esperado. Puede, sin duda, dar fe como pocos de que, una vez lanzada al mundo, la obra cobra vida propia y crece hasta independizarse del padre, adquiriendo en el proceso significados ajenos a los que aquél quiso darle. La crítica ha querido a lo largo de los años reconocer a Dios en el misterioso Godot, una explicación metafórica para ese personaje divino al que todos esperamos y que nunca aparece. El irlandés se hartó en vida de negar semejante interpretación, sin lograr resultado alguno.
Aun siendo un apasionado de la lectura, siempre he reconocido que el teatro existe para ser contemplado y escuchado. Experimentarlo en directo aporta sensaciones que la lectura es incapaz de hacer llegar al lector. Sospecho (no he podido ver la obra) que Esperando a Godot, como aparato conceptual, aumenta considerablemente su impacto en vivo.


sábado, 7 de abril de 2007

Palabras obsolescentes

Palabras
La Escuela de Escritores y la Escola d'Escriptura del Ateneo de Barcelona han propuesto un ejercicio de celebración del Día del Libro consistente en apadrinar palabras que, por diferentes razones, han ido cayendo poco a poco en el olvido y que, sin embargo, nos son caras debido a que guardan un significado especial para nosotros. Yo me voy a tomar la libertad de proponer en vez de una, dos.
La primera ya apareció por aquí en una entrada reciente. Se trata de "troje". Era el nombre con el que mi abuela se refería al pequeño ático de la casa del pueblo, un lugar mágico de mi infancia y primera adolescencia donde pasé horas y horas perdido en los maravillosos (y a veces terribles: gracias H. P.) mundos perdidos más allá del papel.
La segunda procede de un pasado algo más reciente. Me gusta porque siendo prácticamente un calco de una palabra con la que no me llevo muy bien (tan parecidas son que se cruzan error ortográfico mediante), viene a significar justamente lo contrario. Se trata de "exotérico".

martes, 3 de abril de 2007

Kafka en la orilla, en C

Lo mejor de 2006
Se ha publicado en C, el hijo de cyberdark (enlace a la derecha) el interesante artículo Lo mejor de 2006, una lista compuesta por reseñas breves en la que se incluyen los que, a juicio de una serie de amigos de C, han sido los mejores libros del género fantástico editados en España a lo largo del pasado año. Una de esas reseñas pertenece a ya saben quién, y constituye un buen complemento de la crítica sobre el libro de Haruki Murakami publicada en el nº 2 de la revista Hélice.