lunes, 4 de mayo de 2015

Breves: Achebe, Watts, McCarthy

Todo se desmorona, de China Achuebe

Un clásico que hace honor a esa denominación. Para el pensamiento occidental, una extraordinaria puerta de acceso a la alteridad africana precolonial. Achebe crea su novela mediante una prosa fácil y colorista. Si bien es cierto que los habitantes del África negra no eran las bestias sin mente que describe "El corazón de las tinieblas" (Achebe tildó la obra de Conrad de racista), no lo es menos que su civilización adolecía de tantos defectos como la europea. De hecho, con sus propias particularidades, pueden detectarse puntos de origen comunes, principalmente en el sometimiento de la mujer y en la religión como causa de conductas sociales violentas, con la superstición convertida en su principal herramienta de expansión.
Tres cuartas partes del volumen están dedicadas a la peripecia vital de Okonkwo, un guerrero del pueblo Igbo, a la crónica de su ascenso y a la descripción de su vida dentro del clan en Umuofia. Su día a día, al lado de sus esposas e hijos, permite ir describiendo la forma de vida africana antes de la llegada del hombre blanco. El asentamiento de este en sus tierras, con sus iglesias y sus armas de fuego, sólo está presente al final, y es el detonante del fin de una historia personal que en realidad es la de todo un continente.
Una novela absolutamente recomendable.


Visión ciega, de Peter Watts

Esta novela pasta en los campos de Greg Egan, para bien y para mal. Especulativamente, se trata de un bombazo, una de esas pruebas irrefutables de que hay terrenos de la ficción sólo abordables desde este género. La magnificencia de las ideas contenidas en el libro, el tratamiento de la consciencia como un producto residual evolutivo y un error que debería ser desechado, no encuentran, sin embargo, paralelismo en la calidad del aparato literario. El libro es, a ratos, difícil de leer. El punto de vista del narrador -uno de los miembros de la expedición-, extraño por su propia condición disfuncional, obliga a realizar una interpretación continua de lo que describe. Asumiendo las carencias empáticas del protagonista, sería fácil defender las insuficiencias en la descripción de hechos, personajes y entornos sólo si finalizada la lectura todo se iluminara con nuevas revelaciones enriquecedoras, con apoyos complementarios que permitieran hacer un ejercicio de revelación, pero no ocurre así. De hecho, hay acciones que parecen no tener mucho sentido ni tras una reflexión postrera.
Como colofón, más errores en el texto de los deseables. Una novela que volverá locos a los que entiendan la cf exclusivamente como literatura de ideas, pero que defraudará a cualquiera que busque en ella la donosura literaria.


Hijo de Dios, de Cormac McCarthy

La tercera novela de Cormac McCarthy cuenta con la prosa hipnótica, de vasto vocabulario y evocaciones arcanas, con la que el escritor norteamericano apabulla siempre a cualquier lector que se muestre vulnerable a la fascinación que ejercen las palabras. Resulta llamativo que, siendo la antesala de "Sutree" y "Meridiano de sangre", dos auténticas odas a la narrativa barroca, presente más puntos en común -siempre en el terreno estilístico- con sus novelas más recientes, de escritura más concisa y llana.
En cuanto al contenido, la narrativa macabra de McCarthy es absolutamente reconocible. Sin embargo, aunque la novela está trufada de pasajes escabrosos, no se regodea en mostrar la perversión principal del protagonista, un asesino en serie cuya motivación es la necrofilia, y le ahorra al lector la descripción de los actos que realiza en su guarida con los cadáveres. De hecho, McCarthy hace un uso de las elipsis mayor que en el resto de sus novelas, lo cual obliga a ir atando cabos sobre la marcha. La historia está basada, aunque de forma mínima, en hechos reales, lo cual añade a la lectura aún más peso terrorífico. En suma, otra novela fabulosa de este virtuoso de las letras, que aun siendo inferior a "La oscuridad exterior", su anterior obra, es también magnífica.