Después de morir, el hombre abrió los ojos, pestañeó varias veces, miró a su alrededor y sonrió satisfecho. El plan, una vida entera dedicada a la virtud cristiana, había funcionado. Una hueste de ángeles le dio la bienvenida y lo condujo ante el Altísimo.
-¿Es esto el Cielo? -preguntó el hombre.
-Lo es -respondió Él.
-¿Eres tú Dios?
-Lo soy.
Dicho esto, la Presencia Divina alzó ambos brazos. -Nada has de temer. Tus actos en la Tierra te han hecho merecedor del Paraíso. A partir de ahora vivirás aquí. En paz. Eternamente.
-Eternamente... Sí, sin duda. ¿Pero aquí? -El hombre alzó su rostro hacia Dios y sonrió-. Permíteme dudarlo.
Un complejo conjunto de sonidos escapó aceleradamente de entre sus labios hasta completar el código de balizamiento fonético. Mientras el desconcierto comenzaba a traslucirse en el rostro divino, a varios universos de distancia el localizador interdimensional construido bajo el desierto de Nueva Teherán hizo contacto y trasladó las coordenadas al teletransportador. En menos de un nanosegundo, una brillante esfera de apariencia metálica apareció sobre la cabeza de Dios.
Al verla, el hombre profirió un alarido gozoso.
-¡Allahu Akbar!
Antes de que el grito llegara a su fin, la bomba D, diseñada para eliminar dimensiones enteras, estalló sumiendo el Cielo en la nada.
La versión original de este cuento fue publicada en Prospectiva.
-¿Es esto el Cielo? -preguntó el hombre.
-Lo es -respondió Él.
-¿Eres tú Dios?
-Lo soy.
Dicho esto, la Presencia Divina alzó ambos brazos. -Nada has de temer. Tus actos en la Tierra te han hecho merecedor del Paraíso. A partir de ahora vivirás aquí. En paz. Eternamente.
-Eternamente... Sí, sin duda. ¿Pero aquí? -El hombre alzó su rostro hacia Dios y sonrió-. Permíteme dudarlo.
Un complejo conjunto de sonidos escapó aceleradamente de entre sus labios hasta completar el código de balizamiento fonético. Mientras el desconcierto comenzaba a traslucirse en el rostro divino, a varios universos de distancia el localizador interdimensional construido bajo el desierto de Nueva Teherán hizo contacto y trasladó las coordenadas al teletransportador. En menos de un nanosegundo, una brillante esfera de apariencia metálica apareció sobre la cabeza de Dios.
Al verla, el hombre profirió un alarido gozoso.
-¡Allahu Akbar!
Antes de que el grito llegara a su fin, la bomba D, diseñada para eliminar dimensiones enteras, estalló sumiendo el Cielo en la nada.
La versión original de este cuento fue publicada en Prospectiva.
Ya era hora de que lo subieras.
ResponderEliminarPorque no tenía nada para actualizar, que si no...
ResponderEliminarGenial vuelta de tuerca. Ojo que no lo lean los que se molestan con viñetas ;)
ResponderEliminarSaludos
Na, si hubiera sido al revés tal vez.
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