viernes, 24 de agosto de 2007

Arno Schmidt. Leviatán Espejos negros

El saldo de libros es un fenómeno al que el aficionado al género fantástico está bastante habituado. Rara es la editorial dedicada a la fantasía o la ciencia ficción que no ha puesto en el mercado alguna vez lotes de libros antiguos a precios muy rebajados, ya sea por aligerar almacenes, ya sea por sacar al menos un pequeño beneficio de todo ese material que no lograron vender. Los saldos suelen incluir tanto obras importantes, víctimas casi siempre de un error estimativo en la tirada inicial, como auténticos bodrios imposibles de vender. Pero también hay un tercer grupo de libros que son los que a la postre acercan al connaisseur a la rebaja, libros que pasaron desapercibidos, exigentes literariamente hablando, y que por ello pueden resultarle a cierto tipo de lector bastante más suculentos que otros más afamados. El último saldo de la editorial Minotauro, por ejemplo, incluía varios volúmenes de ese jaez, entre los cuales, en mi opinión, sobresalen dos: El curso del corazón, de M. John Harrison, y Leviatán/Espejos negros, de Arno Schmidt.



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Arno Schmidt (1914-1979) es una de las figuras más peculiares que ha dado la literatura germana en el concluso siglo XX. Dentro de su variada bibliografía se mezclan novelas, estudios, biografías e incluso programas de radio. Su estilo, marcado por el signo de la experimentación lingüística, le convirtió en un autor difícil de clasificar. Y sin embargo, se podrían encontrar claros paralelismos con la obra de Jorge Luis Borges en cuanto al carácter metaliterario de sus obras y a la ambición erudita que las impregna.
"Leviatán", primera obra de Schmidt, escrita en 1949, es un cuento de tendencia realista cuya acción transcurre durante los últimos estertores de la II Guerra Mundial, días en los que el ejército alemán era forzado a realizar una apresurada y trágica retirada hacia casa. Huyendo del desastre, los protagonistas ponen en marcha un tren abandonado que los lleva, finalmente, a un viejo puente semiderruido, a la vez callejón sin salida y fin del viaje. Ésa es toda la historia, pero durante el proceso encontramos en las palabras del protagonista el desarrollo de una cosmogonía propia, nueva explicación del mundo que desempeña a su vez una función alegórica con varios niveles de interpretación posible, pues el Leviatán no es sólo el Universo, sino también la misma Alemania causante de la guerra, o incluso la Humanidad al completo. Llama la atención que en una época en la que la literatura germana decidía huir discretamente de la profundización en el recién terminado conflicto bélico (con contadas y honrosas excepciones, como la del difamado* Günter Grass), Schmidt decidiera ir más allá y abordar el significante de la tragedia desde un trasfondo metafísico.
“Espejos negros” es una novela corta escrita dos años después, de marcada pertenencia al género de ciencia-ficción. Debido a su longitud y al carácter fantástico de la premisa, logra un menor impacto emocional. El viaje del protagonista, en principio único superviviente de la III Guerra Mundial, a través de paisajes abandonados (que recuerda visualmente al realizado por Wladyslaw Szpilman en el filme "El pianista"), malviviendo hasta el encuentro con la que será su compañera, logra dejar huella gracias sobre todo a la fuerza de algunas de las continuas reflexiones del protagonista, aunque a la larga, debido al esfuerzo que exige tan original estilo literario, impactante en distancias cortas pero agotador en largos recorridos, acaba por propiciar un cierto cansancio.
Profundizando en ambas obras se detectan algunas constantes del autor, como la influencia del pesimismo de Schopenhauer, el gusto por las especulaciones matemáticas, un radical ateismo y, en correspondencia, una evidente fascinación por lo metafísico. Y por supuesto, la mencionada experimentación formal. Exclamaciones continuas, puntuación forzada o la alternancia de tipos de letra diversos son algunas de las manipulaciones a las que Schmidt somete al lenguaje. Estos artificios, sumados a la mezcla desordenada que el autor hace de los pensamientos del protagonista y de los hechos que le acontecen evitan cualquier tipo de relajamiento en el lector, quien ha de permanecer atento, a la vez que logran transmitir con mayor fuerza la más que palpable carga irónica del contenido.
Este libro, en definitiva, gustará menos al lector medio de cf que a la intelligentsia del género. No sólo por la escasa ciencia-ficción contenida en el primer cuento o por la dificultad para asimilar el estilo de ambos, sino principalmente por tratarse de una obra más enmarcable en el mainstream que en el género fantástico.


Reseña publicada anteriormente en Bibliópolis, crítica en la red.



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* Cosas como ésta le hacen a uno darse cuenta de cómo el paso del tiempo puede afectar a un texto. Cuando escribí la reseña, hace años, me costaba imaginar cualquier tipo de relación entre el escritor de El tambor de hojalata y Años de perro y el nazismo. De haber conocido entonces el contenido de las recientes memorias de Grass, sin duda me lo habría pensado dos veces antes de usar tal término.

5 comentarios:

  1. Gracias por el enlace. Me hace ilusión.

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  2. De nada, el blog es muy interesante. Además, siempre reconforta encontrar una crítica elogiosa de El curso del corazón, libro complicado donde los haya pero que a mí me encandila.

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  3. Y a mí me hace ilusión ver la portada de Eklipsas "in itinere". ¡Que aproveche, camarada!

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  4. ¿Es Eklipsas o eklipsas, señor Camacho?

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  5. Tienes razón, es con minúscula, como el poema del mismo título. Pero cuando lo cito, cuando lo menciono fuera de contexto, suelo escribirlo con mayúscula para que la gente entienda que se trata de un título y no de una palabra cualquiera entrecomillada.

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