martes, 21 de agosto de 2007

La normalización del género fantástico

Lo primero que uno se encuentra al entrar en la nueva tienda de la Casa del Libro, sita en la remozada calle de Fuencarral, es una mesa dedicada a las últimas novedades en el género de fantasía y sus aledaños. La funcional mesa, que aún huele a madera y está a rebosar, contiene pequeños lotes de no menos de 50 libros diferentes. Pasando al interior, y por tanto en segundo plano, otras superficies bajas y numerosos anaqueles exponen a la vista novelas de otros géneros y de literatura general (la cual, por cierto, se muestra cada vez menos realista). Al fondo, como fue habitual durante años, está situada la sección dedicada en exclusiva a los distintos subgéneros de lo fantástico, pero con una importante salvedad. Lo que antes llenaba un famélico estante, ahora desborda cuatro.
Si uno sube a la planta superior, se dará de bruces con una monumental estantería compuesta por esa pujante rama de la literatura fantástica que basa sus argumentos en lo esotérico, lo religioso o lo espiritual y que, de forma desvergonzada, disfraza su innegable pertenencia al género escudándose tras una pátina de pretendida veracidad: Dan Brown y sus acólitos. Siguiendo adelante, quien profundice en la sala llegará a una bien nutrida zona de la sección de libros de bolsillo dedicada también a la literatura fantástica y sus satélites. Tras la visita, y una vez realizada la compra, el cliente será testigo de cómo le endosan sin disimulo algo que parece un regalo pero que en realidad no es más que publicidad procaz, la traslación al papel de los anuncios televisivos. En ese catálogo publicitario, pues de eso se trata, encontrará sin embargo la realidad actual del mundo del libro sin tapujos, sin medias tintas. Una realidad que el aficionado con recorrido, el aficionado viejo, va a identificar en algunos casos con cierto tipo de pesadilla, la que procede del popular dicho "cuidado con lo que deseas".
El catálogo está elaborado con las pertinaces faltas de criterio y sensatez que son sello de marca en las grandes cadenas. Me resulta imposible imaginar los mecanismos mentales que mueven a quien coloca, por ejemplo, Cien años de soledad al lado de Cuentos y leyendas de lugares misteriosos, de Christophe Lambert; Kafka en la orilla debajo de Camposanto, de Iker Jiménez; Vampiros, de Javier Arries, a continuación de La princesa prometida, y, ya puestos, Geografía y viajes imaginarios, de Francesca Pellegrino, precediendo a Juego de tronos. A todo esto ya está uno acostumbrado. No es este tipo de inconsistencias lo que más llama la atención, sino el contenido fantástico. O más bien, la enorme, casi desmadrada cantidad de libros de ese género aquí representados. Como si de un virus se tratase, la fantasía ha infectado al resto de la literatura y ha acabado por desbordar las librerías.
Sorprende sobremanera la miríada de mutaciones a las que se ha visto sometido un género que compartió durante muchos años la sequía de títulos con la ciencia ficción, al menos en nuestro país. En estos momentos, sus tentáculos se alargan hasta sectores de venta que parecían imposibles de alcanzar. Un vistazo al ejemplar promocional con el que la Casa del Libro, una de las librerías más importantes en cuanto a cantidad de ventas, intenta atraer a los lectores supone, como mencionaba, toda una revelación. Déjenme reproducir aquí el índice:

· Lugares mágicos
· Hadas, elfos y personajes oníricos
· Mundos mágicos
· Magos y brujas
· Caballeros y princesas. Dragones y otras bestias fantásticas
· Magia práctica y adivinación
· La máquina del tiempo


Es lo que vende, lo que en gran parte sostiene en estos momentos al mercado editorial. Nada menos que un 95 por ciento de las 44 páginas que tiene el catálogo está ocupado por libros pertenecientes al campo de lo irreal. Tal cantidad de novedades tiene cosas positivas, por supuesto, como la avalancha de nombres españoles, émulos de fenómenos de ventas como Laura Gallego o Javier Sierra, entre los que, cabe esperar, el tiempo hará la pertinente criba cualitativa. Además, el boom actual también ha hecho posible dar a conocer al gran público a una generación de excelentes autores que antes sólo era conocida en el llamado fandom, escritores cuyo talento merecía una audiencia más amplia. En el extremo opuesto, el terrible overbooking (perdonen la gracieta) comienza a producir una notable sensación de hartazgo. Lo fantástico está en todo, y uno comienza a sucumbir desde la perplejidad a algo que nunca creyó posible, algo con lo que nunca contó en los anhelantes sueños de un pasado lleno de privaciones: el cansancio por empacho. Tanto comienza a ser demasiado.
Pero volvamos al índice anterior. Si se han fijado (claro que lo han hecho), sólo el último capítulo nos recuerda que también hay algo llamado ciencia ficción, que el género fantástico no sólo está configurado por los herederos de Tolkien y Howard, los duendes y hadas infantiles, los enigmas históricos, los espiritualistas enrollados y los charlatanes de lo sobrenatural. En este aspecto el catálogo se muestra una vez más revelador. Donde la fantasía postula las Crónicas de Bridei, la Trilogía de Brennan o los diarios de brujas y hadas de Clara Tahoces, la mínima sección de cf presenta novelas como 1984, Farenheit 451 o Bajo la piel. Desde luego, no es para quejarse. Si bien la fantasía ha realizado una invasión exitosa de las librerías, inundándolas de obras en su mayoría mediocres, la ciencia ficción ha sido más modesta pero más certera, y ha asentado sus reales en los anaqueles de prestigio. Además de en la ya histórica estantería del fondo, hoy hay que buscar sus libros en la R de Roth, en la I de Ishiguro, en la M de McCarthy o en la H de Houellebecq, allí donde reposan, a la espera de sus lectores, las obras de los autores más importantes de la literatura contemporánea.
El único asunto a lamentar es el que compete a nuestra ciencia ficción, esa que deberían estar escribiendo los autores españoles. Escasea bastante. Siguiendo el patrón foráneo, son los escritores en teoría ajenos al género los que están produciendo las obras más reseñables, algunas extraordinarias, como La piel fría o Cazadores de luz, otras peores aunque más comerciales, como Zig Zag. En respuesta a los Piñol, Casariego o Somoza, apenas hay reacción desde las entrañas del género. Se ha producido un vacío. Los que ahora podrían, no quieren, y los pocos escritores que aún no han cambiado capaces de elaborar buena ciencia ficción se ven abocados a emigrar a otros campos o, como antaño, a publicar en colecciones especializadas, sin posibilidad alguna de llegar al lector de fuera.
En todo caso, problemas internos aparte, sólo hay que hacer una visita a cualquier librería importante para afirmar con rotundidad que la situación de la literatura fantástica en el ámbito general al fin se ha normalizado. La particular idiosincrasia de sus dos principales componentes, opuestos pero de similar naturaleza, los ha conducido hacia el éxito por caminos distintos hasta dejarlos donde pocos esperaban: a la ciencia ficción, sin tanta alharaca, en las manos de los eternos candidatos al Nobel; a la fantasía, universalmente popular, en las de escritores noveles, algunos de ellos adolescentes.

5 comentarios:

  1. "...a quien coloca, por ejemplo, Cien años de soledad al lado de Cuentos y leyendas de lugares misteriosos, de Christophe Lambert..."

    ¿Ese Christophe Lambert es el actor de "Greystoke" y "Los inmortales" o sólo se llama igual?

    No conocía la existencia de esa nueva tienda, así que ya me pasaré con ella.

    Pero hablando de la Casa del Libro, recuerdo que en la tienda de Gran Vía, en la sección de inglés, debía haber alguien muy aficionado al fantástico, pues era frecuente encontrar joyas de las colecciones "Fantasy" y "CF Masterworks", de Gollancz, así como obras de Delany, Sturgeon, Philip J. Farmer o Harlan Ellison. A esa persona la debieron despedir, porque ahora sólo están las novelas de Stephen King y Terry Pratchett y todas las series más comercialoides que imaginarse puedan.

    No sé quién sería esa persona, pero me gustaría saberlo porque gracias a ella mi biblioteca consiguió títulos memorables, de los que llevaba toda la vida queriendo leer.

    Vivan los libreros anónimos.

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  2. No en todos lados ocurre lo mismo. Hace uno o dos años en la librería del Corte Inglés de Santander se cambió la zona dedicada a la literatura fantástica y se pusieron cinco o seis mostradores dedicados especialmente para ella. Y no "escondidos" en una esquina sino en la zona de tránsito que conectaba la librería con la sección de música y dvidis. Una pasada.

    Pero pero pero...

    Hace unos meses la dinamitaron y hemos vuelto a las dos estanterías dedicadas mayormente a Tolkien y Timun Mas, y las juveniles de éxito (Gallego, Funke, Pullman y demás) han retornado a su redil. Y las librerías generales que quedan en el casco urbano de la ciudad no andan mucho mejor.

    Así que, con esta situación, comprenderás que ande lejos del empacho ;)

    siguiendo el patrón foráneo, son los escritores en teoría ajenos al género los que están produciendo las obras más reseñables, algunas extraordinarias, como La piel fría o Cazadores de luz, otras peores aunque más comerciales, como Zig Zag. En respuesta a los Piñol, Casariego o Somoza, apenas hay reacción desde las entrañas del género.

    Triste pero cierto. Siempre me he preguntado por qué es posible que "fuera" se escriban y se publiquen libros así y los de "dentro" no sean capaces de "salir" y hacer lo mismo. No para hacer un space opera, que siempre será material tabú en ese mundo. Pero por qué no otras temáticas como la distopía o el tecnothriller.

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  3. abuelo igor, espero que no sea el mismo, por Dios, ya sería el colmo. Y es cierto lo que comentas de la tienda de Gran Vía. Antes había muchas obras de cf y fantasía en inglés, pero ahora ha bajado el número considerablemente. Yo también me hice con buenos títulos gracias a esa misteriosa persona. Por ejemplo, Redemolished, de Bester.

    nacho, espero que por caridad pase algo si no igual, sí tendente a eso, porque el aspecto actual de las librerías comienza a dar miedo. No quiero ni pensar cómo las pondrán en Navidad,cuando llegue la película basada en la trilogía de Pullman, o comiencen a dar la lata con El hobbit de Jackson. No va a haber quien pare. Es que te dan unas ganas de gritar "¡Dios mio, pero qué hemos hecho!"...
    En cuanto al otro asunto, a mí me produce una cierta desazón que escritores que ambos tenemos en mente no hayan intentado ser más ambiciosos y sumarse a los buenos vientos que corren para la cf seria y hayan preferido una cierta seguridad de publicación en la fantasía. Sin embargo, los entiendo perfectamente, así que es más tristeza que otra cosa.

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  4. Saludos. Es cierto que a menudo se ve una absoluta falta de criterio a la hora de clasificar los libros. Soy Javier Arries, autor de Vampiros, un ensayo que toca el tema desde el punto de vista histórico, antropológico y médico, y sin embargo ya lo he visto clasificado en ocultismo, en literatura fantástica, e incluso ¡en novela infantil! (no se a quien se le habrá ocurrido que puede resultar muy edificante para un niño leer las hazañas de Vlad Tepes o de alguno de los psicópatas que se creían vampiros que aparecen en la obra. En fin, supongo que sencillamente miran la portada y "se hacen una idea de que va".

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  5. Sí, alguna vez habría que profundizar en ese tema, el daño que le están haciendo los dependientes de las grandes superficies (y librerías) y las promociones editoriales a cierto tipo de literatura.
    Bienvenido.

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