domingo, 31 de octubre de 2010

Halloween

Se suele decir que el tiempo es juez de todas las cosas, y en la literatura, al menos, así es. Pero a veces ocurre al revés; a veces son los libros los que evidencian el paso del tiempo.

Exploró un mostrador con montañas de calabazas de papel y máscaras para la noche de Hallowe'en (1). La dependienta estaba atareada con un grupo de monjas que se probaban máscaras. Holly cogió una máscara y se la puso; eligió otra, y me la puso a mí; luego me tomó de la mano y salimos. Así de sencillo. Una vez en la calle, corrimos a lo largo de varias manzanas, creo que sólo para añadirle emoción; pero también porque, tal como descubrí entonces, el ladrón se siente eufórico cuando un robo le sale bien.

1. Víspera de la festividad de Todos los Santos, que los niños norteamericanos celebran rondando disfrazados las casas del vecindario, iluminándose con velas colocadas en el interior de calabazas vacías en las que practican unos orificios a modo de ojos y boca. (N. del T.)

Este párrafo procede, como muchos habrán adivinado, de la novela Desayuno en Tiffany's, de Truman Capote. Fue editada por Anagrama en 1990, con traducción de Enrique Murillo. Veinte años después, en un día como éste, a cualquier residente de este país la presencia de semejante aclaración podría parecerle un tanto extraña. Aunque no más que la imagen de unas monjas probándose máscaras, dispuestas a festejar Halloween.

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