Poco a poco, algunas de las obras incontestables de la ciencia ficción van adquiriendo solera. El polvo de los años las va cubriendo, como a las botellas de buen vino, consiguiendo no otra cosa que reafirmar su valor. Las Crónicas marcianas, nuestras Crónicas marcianas, han cumplido ya 60 años, y siguen luciendo como nunca, desafiando a las modas, a las nuevas corrientes e incluso a las obras procedentes de fuera.
Ahí se alza esa novela, mírenla, con los pies bien plantados, ajena a los nuevaoleros, a los ciberpunks, a los redescubridores de la aún más lejana Weird Tales. Las Crónicas marcianas resisten el embate del tiempo y emocionan en cada nueva lectura. Incluso en esa edad en la que revisamos los mitos de adolescencia para descubrirlos con pies de barro, la novela de Bradbury se sigue imponiendo al rigor de los años, incólume como un titán.
Libros como este aseguran la inmortalidad de un género, de la ciencia ficción. Si les apetece leer una reseña de la obra maestra escrita por el de Wikegan, están de suerte. En la web de Stardust acaban de colgar una, garabateada por alguien que ha vuelto a reencontrarse con su grandeza.
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