Mis padres me tenían por el "rarito" de la familia, así que pronto dejó de llamarles la atención que durante el mes de vacaciones estivales, mientras mis hermanos se dedicaban a vivir intensamente el pueblo, yo gastara casi todas mis horas en la lectura. Allá arriba, en la troje, al lado de unos enormes baúles viejos cuyo contenido jamás conocí, consumía todo el material del que me había hecho acopio en las últimas semanas de julio. Libros y tebeos, todos conseguidos a 5 pesetas la pieza en un par de desordenadas tiendas de intercambio, de esas que entonces abundaban y que después, al igual que los antiguos Billares, irían desapareciendo hasta su casi total extinción.
Me costaba cargar con el alijo, que solía ser de 3 ó 4 bolsas grandes, sobre todo porque en el auto-rés no me permitían meterlas en el compartimento de equipajes (eran bolsas compactas por el exceso, pero abiertas), y me veía obligado a cargarlas encima, un arduo trabajo que, sin embargo, merecía mucho la pena. Aunque todos los años lo administraba con buen criterio, el material siempre se agotaba unos pocos (e insufribles) días antes de volver a Madrid. Durante las tres primeras semanas de agosto, sin embargo, aquellos libros y tebeos alimentaban, casi en exclusiva, mis largos momentos de ocio diurno.
Pero no es de aquellos días de lo que quería hablarles, sino de aquellas noches. Jamás he vuelto a ver un cielo como aquél. Era una delicia echarse en la tumbona, a la puerta de casa, y contemplar simultáneamente el firmamento plagado de estrellas, y la calle, plagada de personas charlando, sentadas "a la fresca". Todos los días disfrutaba ese par de horas como un niño, oyendo conversaciones lejanas, viendo a mi madre y a mi abuela cenar sopas de leche a la vez que buscaba cometas en el cielo. Había, sin embargo, un día de la semana que prefería sobre todos los demás, una noche especial. No podría jurarlo, pero creo recordar que era la de los jueves. Esa noche, entre las 11 y las 12 (¿o era aún más tarde?) emitían una radionovela de ciencia ficción. La extinta Radio Juventud de Madrid, mi emisora favorita de entonces, no se cogía muy bien allí, a 150 kilómetros de distancia, y tenía que hacer virguerías para escucharla correctamente.
Era la época del boom de la FM, y de entre todas las emisoras, mi favorita sin duda era ésta. Por programas como Caminando, que provocó mi afición a las bandas sonoras de cine y la música new age, pero sobre todo por ese serial de los jueves, del que ya poco recuerdo. Había una nave inteligente, que tenía una voz femenina muy dulce, había una tripulación humana lanzada al otro lado del espacio a través de un extraño vórtice, como posteriormente le ocurriría al protagonista de la serie Farscape, y unos villanos alienígenas muy elusivos que tiranizaban sistemas solares e iban siempre por delante de los protagonistas humanos. El serial reunía un montón de referencias, desde Starlord a la saga galáctica de Lucas, música de El imperio contraataca incluída, pasando por las novelas de a duro. Y era, todo él, fascinante.
Más allá de unas pocas imágenes reconocibles del género (una ciudad bajo una cúpula gigante, un agujero negro de gran voracidad), no recuerdo gran cosa. Para ser sincero, ni siquiera sé si algunas escenas las fui poniendo yo con el tiempo o pertenecieron al serial. Éste concluyó una infausta noche, sin previo aviso, con la nave siendo engullida por el mismo vórtice que la había llevado hasta aquel lejano rincón de la galaxia. Desde ese último capítulo, los veranos en el pueblo perdieron una pequeña parte de su atractivo.
Busqué en la radio de aquellos años, entonces inmersa en el esplendor ufológico, algo similar. Los programas de Antonio José Alés, antecesor directo de los Sierra y Jiménez actuales, tenían su cosa, especialmente los "Alerta OVNI" veraniegos, pero no eran lo mismo. Más tarde, fui descubriendo programas de cierto interés, lecturas en el aire de cuentos enviados por los oyentes y cosas parecidas, pero sin mucha gracia. Hasta que, años después, a finales de los 90, una noche de domingo me di de bruces con Historias, el maravilloso programa dirigido por Juan José Plans.
Historias, emitido por Radio Nacional de España, no era un serial propiamente dicho. Había ocasiones en las que la narración se alargaba durante varios programas (La madriguera del Gusano Blanco, de Bram Stoker, ocupó nada menos que 10 domingos), pero habitualmente las narraciones comenzaban y concluían en la misma noche. La mayoría de ellas pertenecía al género de terror, frecuentemente decimonónico, pero también se ofrecían, tal como enunciaban en la presentación, historias de aventuras, suspense y ciencia ficción, junto con algunos especiales de temas diversos.
No era mi añorada serie, pero el espíritu sí era el mismo. Si eliminamos el elemento nostálgico, Historias era, de hecho, una producción bastante superior, puesto que el grueso de las narraciones, que tan bien sabían acompañar con inquietantes efectos de sonido, procedía de autores clásicos de la literatura universal. La dramatización solía ser de una calidad extraordinaria. Sesenta minutos después de la medianoche, a oscuras en la cama, siempre arropado, la frase de presentación y los primeros acordes de la sintonía, creación del maestro John Barry perteneciente a la película La gran ruta hacia China, preludiaban una hora de absoluto disfrute.
El programa sobrevivió varias temporadas, pero finalmente fue eliminado de la parrilla. En una época en la que proliferaban los programas dedicados a lo esotérico (extraño reflejo del pasado), la cadena de radio estatal decidía fulminar uno dedicado a la literatura universal de horror, así estaban las cosas. Por fortuna, en lo personal la suspensión del programa fue paliada en parte por la posibilidad de recuperar casi todas sus emisiones. No he logrado recabar dato alguno sobre aquel serial de ciencia ficción medio olvidado, pero la proximidad en el tiempo de Historias ha hecho posible no sólo que pueda acceder a toda la información del programa a través de varias webs, Wikipedia incluída, sino que también recupere la gran mayoría de sus capítulos.
Historias es un programa de obligado disfrute para cualquier amante de la literatura, especialmente de horror. En homenaje y agradecimiento a sus responsables directos (planificadores, escritores y, especialmente, actores), he sumado una nueva sección a las ya existentes en la columna derecha de la página. Se titula Esta noche, en Historias... , y a partir de hoy mismo ofrecerá la posibilidad, a todo aquel que aún no lo haya hecho, de escuchar uno a uno esos magníficos programas. Siendo la noche que es, era obligado empezar con El monte de las ánimas.
Feliz noche de difuntos.
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