"Había caminado sin pensar durante unas cuarenta horas, en una niebla mental completa, guiado únicamente por un vago recuerdo del itinerario en el mapa. Ignoro qué me hizo detenerme y me devolvió a una conciencia plena; probablemente fuera el carácter extraño del paisaje que me rodeaba. Debía de encontrarme ya cerca de las ruinas de la antigua Madrid, y en cualquier caso me hallaba en medio de un inmenso espacio de asfalto, que se extendía prácticamente hasta donde alcanzaba la vista; sólo a lo lejos se distinguía, confusamente, un paisaje de colinas secas y de escasa altura. Aquí y allá, el suelo se alzaba varios metros, formando ampollas monstruosas, como por efecto de una aterradora ola de calor procedente del subsuelo. Cintas de asfalto subían hacia el cielo, se elevaban durante varias decenas de metros antes de romperse bruscamente y terminar en una escombrera de grava y piedras negras; residuos metálicos, cristales reventados alfombraban el suelo. Al principio creí que me encontraba junto a un peaje de autopista, pero no había ningún panel indicativo en ninguna parte, y acabé comprendiendo que me hallaba en medio de lo que quedaba del aeropuerto de Barajas. Siguiendo hacia el oeste, divisé algunos signos de una antigua actividad humana: televisores de pantalla plana, pilas de CD hechos migajas, un cartel inmenso donde se veía al cantante David Bisbal. Las radiaciones debían de seguir siendo fuertes en la zona, que había sido uno de los lugares más bombardeados durante las últimas fases del conflicto interhumano. Estudié el mapa: debía de encontrarme muy cerca del epicentro de la falla; si quería mantener el rumbo, tendría que torcer hacia el sur, para lo cual debería atravesar el antiguo centro urbano."
sábado, 6 de agosto de 2011
Imágenes de cf. IX
"Había caminado sin pensar durante unas cuarenta horas, en una niebla mental completa, guiado únicamente por un vago recuerdo del itinerario en el mapa. Ignoro qué me hizo detenerme y me devolvió a una conciencia plena; probablemente fuera el carácter extraño del paisaje que me rodeaba. Debía de encontrarme ya cerca de las ruinas de la antigua Madrid, y en cualquier caso me hallaba en medio de un inmenso espacio de asfalto, que se extendía prácticamente hasta donde alcanzaba la vista; sólo a lo lejos se distinguía, confusamente, un paisaje de colinas secas y de escasa altura. Aquí y allá, el suelo se alzaba varios metros, formando ampollas monstruosas, como por efecto de una aterradora ola de calor procedente del subsuelo. Cintas de asfalto subían hacia el cielo, se elevaban durante varias decenas de metros antes de romperse bruscamente y terminar en una escombrera de grava y piedras negras; residuos metálicos, cristales reventados alfombraban el suelo. Al principio creí que me encontraba junto a un peaje de autopista, pero no había ningún panel indicativo en ninguna parte, y acabé comprendiendo que me hallaba en medio de lo que quedaba del aeropuerto de Barajas. Siguiendo hacia el oeste, divisé algunos signos de una antigua actividad humana: televisores de pantalla plana, pilas de CD hechos migajas, un cartel inmenso donde se veía al cantante David Bisbal. Las radiaciones debían de seguir siendo fuertes en la zona, que había sido uno de los lugares más bombardeados durante las últimas fases del conflicto interhumano. Estudié el mapa: debía de encontrarme muy cerca del epicentro de la falla; si quería mantener el rumbo, tendría que torcer hacia el sur, para lo cual debería atravesar el antiguo centro urbano."
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