viernes, 12 de noviembre de 2010

Imágenes de cf. VII

"A medida que se acercaba al acantilado, la música crecía y crecía, y llenaba el universo con un rocío de sonidos. Y Fowler sintió que la música venía de la cascada del acantilado.
Aunque no era agua lo que caía, sino amoníaco; y el acantilado blanco era de oxígeno sólido.
Se detuvo de pronto, junto a Towser. La cascada estalló en un arco iris de cientos de colores. Cientos, sí, literalmente; pues no se trataba solamente de los colores primarios y sus matices, sino de una precisa selectividad que dividía el prisma hasta sus últimas posibilidades."




"Jenkins, de pie en la oscuridad, escuchaba el silencio, el suave y adormilado silencio que abandonaba la casa a las sombras, las pisadas olvidadas, las frases pronunciadas hacía ya mucho tiempo, las lenguas que murmuraban en las paredes y susurraban en las cortinas.
Con sólo quererlo, la noche hubiese sido semejante al día. Habría bastado con ajustar los lentes, pero el viejo robot no alteró sus ojos. Lo prefería así. Ésta era la hora de la meditación, del tiempo atesorado, cuando el presente se desvanecía y el pasado volvía a animarse.
Los otros dormían, pero Jenkins no. Pues los robots nunca dormían. Dos mil años de conciencia. Veinte siglos ininterrumpidos sin un solo momento de distracción.
Mucho tiempo, pensó Jenkins. Mucho tiempo aun para un robot."




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