Este fin de semana concluye en el teatro Galileo la representación de Novecento, obra inspirada en el texto de Alessandro Baricco, del cual el mismo autor confesaba no saber en qué categoría ubicarlo, si monólogo teatral o, simplemente, "relato para leer en voz alta". Giuseppe Tornatore realizó la versión cinematográfica, "La leyenda del pianista en el océano", incidiendo sobre todo en su carácter lírico y en el poder metafórico del argumento, y apoyándose en una excelente banda sonora compuesta por Ennio Morricone.
El libro pertenece al grupo de lo que yo denomino "lecturas de viaje" y en el que incluyo a toda aquella obra que por su brevedad puede ser consumida en apenas una o dos horas, justo lo que tarda un viaje corto o una larga espera. No es una rareza en Baricco, un autor que aun sabiendo moverse en distancias largas (Tierras de cristal, Océano mar), alcanzó la popularidad principalmente por su novela corta Seda, una exquisita y delicada esencia presentada en frasco pequeño. Como aquélla, Novecento produce una sensación de alegoría continua, la convicción de que existen varios niveles de lectura. Es, principalmente, una novela que muestra la soledad a través de la resignación, el rechazo a ampliar horizontes mediante la supresión del deseo, el conformismo con lo que se tiene y el autoconvencimiento de que se es feliz así. Lo que retiene a Novecento, el mejor pianista del mundo, que nace y pasa toda su vida en un barco sin bajar nunca a tierra, es un sentimiento nada exclusivo: el miedo a luchar por lo que se quiere y perder. El Virginian es todo su universo, que está compuesto a su vez por muchos otros, por los de todos aquellos que le cuentan sus propias vivencias.
Novecento es un voyeur, un espectador del mundo que no se atreve a vivirlo.
El libro pertenece al grupo de lo que yo denomino "lecturas de viaje" y en el que incluyo a toda aquella obra que por su brevedad puede ser consumida en apenas una o dos horas, justo lo que tarda un viaje corto o una larga espera. No es una rareza en Baricco, un autor que aun sabiendo moverse en distancias largas (Tierras de cristal, Océano mar), alcanzó la popularidad principalmente por su novela corta Seda, una exquisita y delicada esencia presentada en frasco pequeño. Como aquélla, Novecento produce una sensación de alegoría continua, la convicción de que existen varios niveles de lectura. Es, principalmente, una novela que muestra la soledad a través de la resignación, el rechazo a ampliar horizontes mediante la supresión del deseo, el conformismo con lo que se tiene y el autoconvencimiento de que se es feliz así. Lo que retiene a Novecento, el mejor pianista del mundo, que nace y pasa toda su vida en un barco sin bajar nunca a tierra, es un sentimiento nada exclusivo: el miedo a luchar por lo que se quiere y perder. El Virginian es todo su universo, que está compuesto a su vez por muchos otros, por los de todos aquellos que le cuentan sus propias vivencias.
Novecento es un voyeur, un espectador del mundo que no se atreve a vivirlo.
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