sábado, 1 de agosto de 2009

Adulteración

Según el DRAE:

adulterar.
(Del lat. adulterāre).
1. tr. Viciar, falsificar algo. U. t. c. prnl.


Los hombres que no amaban a las mujeres, de Stieg LarssonTuve recientemente la suerte de compartir mesa con el escritor Eduardo Vaquerizo. Entre chuletones y buen vino, nos contaba lo difícil que había sido encontrar un título adecuado para su siguiente novela, la esperada continuación de Danza de tinieblas, una reconocida y multipremiada ucronía que pudimos disfrutar hace ya más de tres años. Si bien nos dijo que ya tenía el título decidido, me fue imposible callarme la tonta gracieta que acababa de inventar. No recuerdo cuál fue mi proposición de título exacta, pero para que se hagan una idea del chiste, debió de ser una cosa parecida a "El cabo de alguaciles que jugaba con antorchas delante del inquisidor". O algo así.
Ahora que se ha puesto de moda la trilogía Millenium escrita por el sueco (y ahora difunto) Stieg Larsson. Ahora que se ha puesto, de hecho, tan, tan de moda que ha llegado a acaparar el espacio de las librerías, a invadirlo casi por completo. En estos momentos de Milleniunmanía, digo, es bueno recordar la adulteración a la que han sido sometidos los títulos de las tres novelas que forman parte de la trilogía, que siendo parte importante de la obra en sí, extiende ese denigrante acto hasta su conjunto. En estos dos enlaces, correspondientes a sendos textos de distinta autoría, publicados en la versión digital del diario El País, queda clara la naturaleza de la adulteración:

Francisco Hidalgo

Javier Ocaña

Por si la vagancia estival les supera, permítanme resaltar, a modo de resumen, un par de párrafos bastante elocuentes:

F.H.: En los tres casos se ha sustituido el título original, claro y contundente, por otro confuso y enrevesado -o sencillamente absurdo, en el caso del tercer libro-. Y los tres, en cambio, son una torpe traducción literal de las versiones francesas.

J. O.: (...) la traducción de estas novelas por parte de Juan José Ortega Román y Martin Lexell se ha realizado directamente del sueco, y sólo para los títulos la editorial ha preferido basarse en el francés, presumiblemente siguiendo criterios comerciales.


Es decir, una adulteración de parte de la obra, de la obra en sí, con un claro objetivo comercial. El verdadero problema de todo esto es que, si bien al principio podría resultar evidente la estupidez y gratuidad ocultas en esa argucia, la de buscar más compradores de un libro mediante el alargamiento del título, los resultados finales han acabado por santificarla. Y el hecho de que el éxito de ventas no provenga de esa maniobra (eso es incontestable: en paises que han respetado el título original el éxito ha sido el mismo) es lo de menos. Ya comienzan a verse en los expositores de las librerías títulos de semejante jaez, así que prepárense para lo que ha de venir.
En todo caso, aunque la fisonomía que presentan las librerías de todo el mundo (la misma: Larsson overdose) convertiría en pertinente la presencia del affaire Millenium en esta entrada, he de confesar que en realidad aparece aquí de rebote. El asunto que me ha hecho escribir lo que están leyendo es el estreno, este mismo fin de semana, de la película Desgracia. Desgracia, de Steve JacobsBasada en la obra maestra escrita por J. M. Coetzee, cuenta también con un título trastocado, aunque en este caso, parece ser, no por motivos comerciales. Quien lo denuncia en su crítica cinematográfica es, de nuevo, Javier Ocaña. Y una vez más con razón. Si atendemos al diccionario Collins:

disgrace [dIs'greIs] (=state of shame)
deshonra,f ignominia f

El desconcertante cambio en la traducción del título es fatal, pues Deshonra, que es como debería haberse traducido, alumbra como un faro los hechos que se producen en la narración, apunta hacia un sentido de la lectura, un factor personal del protagonista, esencial en los hechos descritos, que Desgracia, directo, innegable, pero carente de significado interno, no tiene. Ignoro la causa del cambio, pero se trata, no hay duda, de un desacierto imperdonable.

6 comentarios:

  1. Gracias, Jorge, por lo que te toca.

    ResponderEliminar
  2. ¿La causa del cambio? Un falso amigo como la copa de un pino; no puede ser otra. Y lo único que te puede dar alguna esperanza es que sea decisión burriciega del editor (que son los que ponen los títulos; el traductor sólo sugiere, y a veces ni eso) oponiéndose a lo que dijera el traductor, y que no surja de este último. Porque, si es el segundo caso, miedo da lo que puede pasar en el interior del libro.

    ResponderEliminar
  3. Sí, yo también creo que en ambos casos estamos ante lo mismo. El traductor ni pincha ni corta, es decisión del editor. Sobre todo porque la traducción de la novela es más que correcta.

    ResponderEliminar
  4. Con ser cierto lo que comentas, kaplan, es una minucia comparado con los atentados a la lectura que suponen los textos promocionales, hechos con el mismo objetivo: aumentar el número de lectores aunque sea por el medio de mentirles y hacerles creer que una obra es otra.
    El ejemplo que me vine a la mente es el de "La llave del Abismo" de Somoza. Lo que la editorial dice del libro http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/somoza/obra_llave.htm te lleva a creer que es un tecnothriller ambientado en el presente, cuando la novela es ciencia ficción que sucede en un futuro tan remoto que no es apenas reconocible.
    Cosas del marketing, supongo.

    ResponderEliminar
  5. Sí, no hay duda de que el mundo del libro es considerado hoy más negocio que cultura.
    A nadie se le ocurriría cambiarle a un cuadro el título que le puso el pintor, o venderlo como impresionista si es abstracto. Y si no es así, que alguien me corrija.

    ResponderEliminar
  6. Hola, Kaplan: muy buen post. Tengo un blog entero sobre estos temas, espero que te interese.

    ResponderEliminar