La reseña que rescato hoy procede de tiempos más alegres, tiempos que ahora se me antojan muy lejanos. Era época de bonanzas; el precio de los pisos sólo se había doblado, los primeros inmigrantes anunciaban una futura oleada de mano de obra barata y la televisiva Tamara, que luego se vería obligada a cambiar su nombre artístico, se instituía en paradigma y epítome del famoseo carroña al triunfar con una cosa musical titulada "No cambié".
También eran tiempos más felices para el fandom. Había varias revistas dedicadas al género de ciencia ficción, numerosas webs de contenidos y otras tantas de contacto entre aficionados. La interrelación fluía caudalosamente y el ánimo general estaba por las nubes. Pero sobre todo, imperaba el buen humor; había eso que se denomina buen rollo. Todo ha cambiado, no me pregunten por qué. Si me pongo, si hago un esfuerzo mental, se me ocurren muchas causas. O ninguna. Quizás es que ahora somos más viejos, quizás el humor, como tantas y tantas cosas, se acabe yendo con la edad por el desagüe. O quizás es que la vida se complica, y nos resta el ánimo que empleábamos en todas aquellas cosas.
Con cierta frecuencia suele darse el caso de escritores que, fascinados por la cultura y las gentes de un país recientemente visitado, no pueden evitar dedicarle de manera soterrada su siguiente obra. Lo que ya resulta algo más extraño es que esta rendición influenciada tenga lugar en los dominios de nuestro amado género, más aún si de lo que tratamos es de la exitosa conclusión de la serie más importante que ha dado la ciencia ficción a lo largo de su historia.
Si bien es cierto que The Crook Factory, una ucronía situada en Cuba y protagonizada por Ernest Hemingway, adelantaba ya una pista sobre las nuevas inquietudes del escritor norteamericano, nadie podría haber sospechado que, tras viajar a España, Simmons quedaría tan marcado por nuestra tierra que terminaría salpicando el cierre definitivo de los Cantos de Hyperion con múltiples referencias ibéricas. Teniendo en cuenta que la crítica ha considerado esta última novela como su mejor trabajo, podemos sentirnos todos orgullosos.
Aunque pudiera parecer que al término de El ascenso de Endymion todo quedaba bien cerrado y sin posibilidades de continuación, la maestría de Simmons ha vuelto a demostrar que allá donde reside el verdadero talento, mejorar la perfección no es un objetivo imposible. Sin trucos, sin artificios extraños o que pudieran pelearse con la coherencia interna de la serie, el autor, gracias a una idea breve pero de enormes implicaciones (Aenea mintió), logra situarnos de nuevo en medio de una vorágine de acción, intriga y "sense of wonder" que no sólo refuerza lo expuesto en la tetralogía original, sino que se presenta como la lógica e inevitable conclusión.
Han transcurrido 2001 años desde la muerte de Aenea, y NeoPax ofrece a una Humanidad sin cruciformes el don reciclado de la libreyección. La tranquilidad es rota por una aparición apocalíptica, el Miurón, una presencia zaina que roba el alma de los humanos mediante el terrible sistema de Empitonamiento Múltiple Simultaneo (EMS). Mientras NeoPax envía al religioso De Franco, único ser en la galaxia poseedor de un Supercruciforme de Resurrección Inmediata (CRI), las Tumbas de Tiempo se abren de nuevo. De ellas sale el hijo de Aenea y Endymion, a quien las profecías presumen con poderes místicos y denominan como el Bulfaiter. Ayudado por la vieja alfombra voladora de su padre, el Bulfaiter descubrirá una conspiración de inenarrables proporciones: su madre mintió, el Vacío Que Vincula (VQV) no existe y los responsables de enviar al Miurón son los Osos, Tigres y Leones (OTL) en alianza con el TecnoNúcleo, que insospechadamente aun pervive en las notas del último hit galáctico, I didn't change. El punto culminante tiene lugar en un perdido planeta en el que confluyen, en las escenas de acción más salvajes que jamás se hayan escrito, el Miurón, el Bulfaiter y el padre De Franco.
Como no soy de esos odiosos críticos que para reseñar cuentan toda la novela, no contaré el final, en el que el Alcaudón aparece y se despacha a gusto, exterminando a los tres contendientes, tras lo cual viaja al pasado donde acaba con la vida de los pequeños Aenea y Endymion, borrando así de la historia el tercer y cuarto libro de la saga, y tras lo cual se jauntea hasta Hyperion, donde después de acabar con chinches, insectores y un adolescente disfrazado de Portavoz de los Muertos, acude a las Tumbas de Tiempo. Allí la imagen de Hari Seldon le somete a un largo discurso sobre lo que le espera, con la intención oculta de que deponga su violenta actitud. Las últimas páginas del libro gozan de una carga emocional nunca experimentada con anterioridad por quien esto escribe: el Alcaudón se quita la máscara, tras la que aparece el rostro cansado del viejo poeta Silenus, héroe central y definitivo de toda la saga.
Aunque en la trama apenas se vislumbre la influencia española de la que hablaba, es en los detalles donde reside el claro homenaje a nuestro país. Hechos como que los personajes consuman en sus largos viajes tortilla de patatas o jamón de Jabugo; las maniobras con la alfombra voladora con las que el Bulfaiter se defiende ante el Miurón, componiendo magistrales Manoletinas, Verónicas y Naturales (MVN); el discurso en inglés antiguo del padre De Franco o incluso el nombre del planeta en el que se desencadena el enfrentamiento decisivo, The Sellings II, marcan con saña decisiva muescas rojigualdas en esta obra maestra.
La acción, el terror, la metafísica, la religión, el amor y lo cañí se conjugan en esta novela inconmensurable, cumbre desde ya mismo de la iconografía literaria y ejemplo de arte irrepetible en el género de ciencia ficción. Sin duda el mejor libro de los últimos tres días.
Un gran comienzo para una nueva editorial que aparece con fuerza en el panorama español, compitiendo en calidad, precio y presentación con los gigantes nacionales.
Reseña publicada anteriormente en Biliópolis, crítica sin red.
También eran tiempos más felices para el fandom. Había varias revistas dedicadas al género de ciencia ficción, numerosas webs de contenidos y otras tantas de contacto entre aficionados. La interrelación fluía caudalosamente y el ánimo general estaba por las nubes. Pero sobre todo, imperaba el buen humor; había eso que se denomina buen rollo. Todo ha cambiado, no me pregunten por qué. Si me pongo, si hago un esfuerzo mental, se me ocurren muchas causas. O ninguna. Quizás es que ahora somos más viejos, quizás el humor, como tantas y tantas cosas, se acabe yendo con la edad por el desagüe. O quizás es que la vida se complica, y nos resta el ánimo que empleábamos en todas aquellas cosas.
Con cierta frecuencia suele darse el caso de escritores que, fascinados por la cultura y las gentes de un país recientemente visitado, no pueden evitar dedicarle de manera soterrada su siguiente obra. Lo que ya resulta algo más extraño es que esta rendición influenciada tenga lugar en los dominios de nuestro amado género, más aún si de lo que tratamos es de la exitosa conclusión de la serie más importante que ha dado la ciencia ficción a lo largo de su historia.
Si bien es cierto que The Crook Factory, una ucronía situada en Cuba y protagonizada por Ernest Hemingway, adelantaba ya una pista sobre las nuevas inquietudes del escritor norteamericano, nadie podría haber sospechado que, tras viajar a España, Simmons quedaría tan marcado por nuestra tierra que terminaría salpicando el cierre definitivo de los Cantos de Hyperion con múltiples referencias ibéricas. Teniendo en cuenta que la crítica ha considerado esta última novela como su mejor trabajo, podemos sentirnos todos orgullosos.
Aunque pudiera parecer que al término de El ascenso de Endymion todo quedaba bien cerrado y sin posibilidades de continuación, la maestría de Simmons ha vuelto a demostrar que allá donde reside el verdadero talento, mejorar la perfección no es un objetivo imposible. Sin trucos, sin artificios extraños o que pudieran pelearse con la coherencia interna de la serie, el autor, gracias a una idea breve pero de enormes implicaciones (Aenea mintió), logra situarnos de nuevo en medio de una vorágine de acción, intriga y "sense of wonder" que no sólo refuerza lo expuesto en la tetralogía original, sino que se presenta como la lógica e inevitable conclusión.
Han transcurrido 2001 años desde la muerte de Aenea, y NeoPax ofrece a una Humanidad sin cruciformes el don reciclado de la libreyección. La tranquilidad es rota por una aparición apocalíptica, el Miurón, una presencia zaina que roba el alma de los humanos mediante el terrible sistema de Empitonamiento Múltiple Simultaneo (EMS). Mientras NeoPax envía al religioso De Franco, único ser en la galaxia poseedor de un Supercruciforme de Resurrección Inmediata (CRI), las Tumbas de Tiempo se abren de nuevo. De ellas sale el hijo de Aenea y Endymion, a quien las profecías presumen con poderes místicos y denominan como el Bulfaiter. Ayudado por la vieja alfombra voladora de su padre, el Bulfaiter descubrirá una conspiración de inenarrables proporciones: su madre mintió, el Vacío Que Vincula (VQV) no existe y los responsables de enviar al Miurón son los Osos, Tigres y Leones (OTL) en alianza con el TecnoNúcleo, que insospechadamente aun pervive en las notas del último hit galáctico, I didn't change. El punto culminante tiene lugar en un perdido planeta en el que confluyen, en las escenas de acción más salvajes que jamás se hayan escrito, el Miurón, el Bulfaiter y el padre De Franco.
Como no soy de esos odiosos críticos que para reseñar cuentan toda la novela, no contaré el final, en el que el Alcaudón aparece y se despacha a gusto, exterminando a los tres contendientes, tras lo cual viaja al pasado donde acaba con la vida de los pequeños Aenea y Endymion, borrando así de la historia el tercer y cuarto libro de la saga, y tras lo cual se jauntea hasta Hyperion, donde después de acabar con chinches, insectores y un adolescente disfrazado de Portavoz de los Muertos, acude a las Tumbas de Tiempo. Allí la imagen de Hari Seldon le somete a un largo discurso sobre lo que le espera, con la intención oculta de que deponga su violenta actitud. Las últimas páginas del libro gozan de una carga emocional nunca experimentada con anterioridad por quien esto escribe: el Alcaudón se quita la máscara, tras la que aparece el rostro cansado del viejo poeta Silenus, héroe central y definitivo de toda la saga.
Aunque en la trama apenas se vislumbre la influencia española de la que hablaba, es en los detalles donde reside el claro homenaje a nuestro país. Hechos como que los personajes consuman en sus largos viajes tortilla de patatas o jamón de Jabugo; las maniobras con la alfombra voladora con las que el Bulfaiter se defiende ante el Miurón, componiendo magistrales Manoletinas, Verónicas y Naturales (MVN); el discurso en inglés antiguo del padre De Franco o incluso el nombre del planeta en el que se desencadena el enfrentamiento decisivo, The Sellings II, marcan con saña decisiva muescas rojigualdas en esta obra maestra.
La acción, el terror, la metafísica, la religión, el amor y lo cañí se conjugan en esta novela inconmensurable, cumbre desde ya mismo de la iconografía literaria y ejemplo de arte irrepetible en el género de ciencia ficción. Sin duda el mejor libro de los últimos tres días.
Un gran comienzo para una nueva editorial que aparece con fuerza en el panorama español, compitiendo en calidad, precio y presentación con los gigantes nacionales.
Reseña publicada anteriormente en Biliópolis, crítica sin red.
No habría venido mal recuperar la noticia del año pasado sobre la guía de Barceló. Llevamos ya... ¿7 años de retraso? Y los que nos quedan XD
ResponderEliminarEra tan fácil y obvio que no resultaba ni divertido.
ResponderEliminarJo, casi no me acordaba de esta reseña. Cómo mola.
ResponderEliminarRecuerdo que lo más gracioso vino después, cuando diferentes personas escribieron a Bibliópolis preguntando en serio por la manera de hacerse con el libro.
ResponderEliminarsoys unos freakis
ResponderEliminarEh, a mí no me llames eso.
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