jueves, 17 de mayo de 2007

Nuevos tiempos

Al margen de los pequeños y esperados "acordes y desacuerdos" que pueda tener con la selección realizada por el jurado del Premio Xatafi-Cyberdark en esta edición (echo en falta Lunar Park, pero comparto la misma inclinación por los cuentos elegidos de Yoshimoto y Cubas), la composición de una categoría en concreto me ha empujado a realizar una breve reflexión. El sexteto que se disputará la consideración de mejor libro de ficción español es el siguiente:

El sueño de la razón, de Juan Miguel Aguilera (Minotauro)
Franco. Una historia alternativa, de Julián Díez (selecc.) (Minotauro)
Parientes pobres del diablo, de Cristina Fernández Cubas (Tusquets)
Juglar, de Rafael Marín (Minotauro)
Señores del Olimpo, de Javier Negrete (Minotauro)
Jitanjáfora, de Sergio Parra (AJEC)


De los seis nominados, cuatro han sido publicados por la editorial Minotauro. Que una gran editorial publique en un solo año tantos libros españoles de género fantástico -escritos además por autores provenientes del fandom, mundillo o como quieran denominarlo- resulta inaudito. Un fenómeno inédito. No deja de ser paradójico, a pesar de su previsibilidad, que semejante labor de potenciación se circunscriba casi exclusivamente a la fantasía hispana (el dinero hoy está en la fantasía), mientras que por otro lado, el premio Minotauro se haya instituido en puntal del declive de nuestra ciencia ficción. El efecto llamada del premio, el mejor dotado económicamente del mundo en literatura fantástica, ha animado a todo aquel proto escritor de cf con el talento suficiente a mudarse a aquellos géneros que han primado en el fallo del jurado en sus cuatro ediciones -fantasía y terror gótico de vampiros-, y a buscar un tipo de literatura que bonifica la posibilidad de venta y sitúa la potencialidad comercial sobre las cualidades formales.
Si ya en la edición del año anterior hubo una cierta polémica entre los miembros del jurado porque Juglar, la novela de Rafael Marín, gozaba de mayor empaque literario que Señores del Olympo, la novela ganadora escrita por Javier Negrete, la victoria de este año es aún más fiel a un planteamiento editorial que Fernando G. Delgado, miembro del jurado, hizo evidente al declarar, según se puede leer en Sedice, que, aunque había otra obra con más "méritos literarios", ganó Gothika, de Clara Tahoces, por ser la que "más se ajustaba al sentido del premio".
Si queda aún algún romántico que quiera intentar el asalto al citado premio con una obra de cf, mi consejo es que no dude en abrazar, como ya ha hecho gran parte de los autores norteamericanos, esa pujante hibridación denominada tecno thriller, porque sólo siendo un best seller (el carácter científico es lo de menos) va a poder llevarse el premio una novela de este género. Lo que desemboca, precisamente, en el tema del que en realidad quería hablar, un hecho que actualmente pasa por mera anécdota pero que hace apenas una década hubiera armado una revolución.
Zig Zag, el thriller científico de José Carlos Somoza, ha sido publicado en EE.UU. y figura como novedad en la Zig Zag, de José Carlos Somozapágina web de la revista Locus, junto a las últimas obras de John Scalzi o Martin H. Greenberg. En los años 80 y principios de los 90, la noticia de la traducción de un libro de ciencia ficción española al inglés, y su presentación entre obras norteamericanas se habría constituido en tema de alborozo y debate tanto en revistas como en las diversas tertulias. Hoy ni siquiera es un hecho reseñable.
No pude hacerlo cuando se tradujo Clara y la penumbra (allí The Art of Murder) el año pasado, pero dado que ahora tengo la oportunidad, quería dejar constancia de algo que hace apenas un par de lustros hubiera sido considerado una proeza. No creo que sea la baja calidad de la novela el motivo del ninguneo, sino el cambio brusco que de unos años a esta parte ha sufrido el género y sus seguidores en este país. ¿Sobreabundancia? ¿Desgana? ¿Es, tal vez, una cuestión de carnet de identidad literario? Si el autor procediera del fandom, quizás los aficionados estarían tirando cohetes y celebrando la victoria de uno de los suyos. O quizás, vista la realidad de estos nuevos tiempos, no.

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