Dos hechos recientes han vuelto a poner a la editorial Gigamesh en el candelero: el premio Ignotus concedido en la XXX Hispacon al artículo "Gigamesh, ¿qué fue de...?" y la reedición de una de las novelas más importantes de John Brunner. El artículo escrito por Ignacio Illarregui, uno de los más polémicos del año, generó un aluvión de comentarios provenientes de aficionados y veteranos del mundo de la ciencia ficción. Algunos de los afectados por la serie de asuntos que denuncia el artículo y el propio Commander-in-Chief de la editorial, Alejo Cuervo, se enzarzaron en una discusión tan agria como interesante. Si les pica la curiosidad y deciden abrir el enlace, dedíquenle un tiempo a leer el hilo completo de comentarios posterior al texto de Illarregui. De ellos y de la concesión de este premio, producto de una votación entre afiliados a la AEFCFT y asistentes a la Hispacon, podrán extraer con facilidad las lógicas conclusiónes.
Por otra parte, y tras años de sequía, la editorial ha puesto a la venta un libro ajeno al entorno de George R. R. Martin. Se trata de la reedición de The Shockwave Rider, la obra que se suele citar junto a la Trilogía del desastre como principal logro del escritor británico John Brunner, una de las novelas más visionarias que haya dado la ciencia ficción. Es un libro de compra obligada, pero me "choca" la insatisfactoria elección del título. Salvat y Ultramar lo publicaron como El jinete en la onda del shock, pero en Gigamesh, supongo que por un mayor respeto a la literalidad y queriendo conservar la relación con El shock del futuro, el celebérrimo ensayo de Alvin Toffler que se encuentra en la base de esta novela, han decidido dejar la elegancia de lado y titularlo El jinete de la onda del shock, sin importarles el cacofónico efecto que la repetición preposicional y el anglicismo provocan.
En fin, lo importante es el contenido de esta gran obra, cuyo acierto prospectivo ayuda a entender por qué algunos sectores de aficionados (entre los que, como saben, no me incluyo) siguen exigiendo una capacidad visionaria al género. Esta edición cuenta con una traducción que mejora la anterior, así que háganse con ella. En cuanto a calidad se encuentra en el extremo opuesto del libro cuya reseña rescato a continuación, la cual escribí precisamente para la revista que la editorial Gigamesh publicó durante muchos años. El hombre completo es una de las obras más prescindibles de John Brunner, circunstancia que no disminuye ni un ápice la importancia de un autor que, como en muchos otros casos, merece un mayor reconocimiento del que se le ha dado.
El británico John Brunner debe su fama a algunas de las novelas que escribiera a finales de los 60 y principios de los 70, todas ellas especulaciones acerca de los peligros de la tecnología y la superpoblación. Órbita inestable, El rebaño ciego y, especialmente, Todos sobre Zanzíbar, evidenciaron el interés del escritor hacia los temas humanos y sociales y la clara influencia que ejerció sobre él la new wave. La Factoría de Ideas reedita una novela de Brunner anterior a su eclosión, candidata al premio Hugo.
El oxímoron que aparece en la portada de este libro (¿puede ostentar una obra la categoría de clásico habiendo sido olvidada?) es una pista engañosa de lo que se encuentra en su interior. El que la novela haya caído en el olvido no se debe a ninguna injusticia, sino que es una consecuencia natural derivada de su escasa calidad. Narra la historia de Gerry Howson, un disminuido físico de aspecto contrahecho, quien tras sufrir las penurias propias de su condición en la infancia y la adolescencia, se destapa una noche como el mayor telépata del planeta. Integrado posteriormente en el cuerpo de élite de telépatas residentes en la ciudad de Ulan Bator, Howson sale victorioso de las misiones que le son encomendadas hasta convertirse en el más prestigioso de todos ellos y, finalmente, encontrarse a sí mismo.
Muchas novelas han abordado el tema de la telepatía antes y después que ésta, bastantes de ellas con mejores resultados. El hombre completo recoge influencias de Más que humano de Theodore Sturgeon, en su escabroso principio y la especial condición del protagonista, pero no se acerca en absoluto a la inmensa calidad del auténtico clásico del género en el asunto de la telepatía, Muero por dentro, de Robert Silverberg, obra escrita posteriormente que trataría la comunicación entre mentes y su influencia en el individuo de manera definitiva, seria y literariamente comprometida.
Brunner, pese a centrar la acción en un solo protagonista, crea una historia deshilvanada, desarrollada en varias partes con muy poca relación entre ellas, una fórmula que recuerda los seriales televisivos, divididos en capítulos independientes, aunque con los mismos personajes. Ello se suma a la frialdad narrativa, sosa y desapasionada, que no logra transmitir la pretendida tortura interior del protagonista. El final, políticamente correcto, es una prueba más de que el autor se encuentra aún lejos de sus inquietudes posteriores.
Desafortunadamente, a la baja calidad de la novela se une la espantosa calidad de la traducción, una agresión continua a nuestro amado idioma. Baste el sangrante ejemplo de las enfermas «cuerdas bucales» de uno de los personajes para dar una idea. El hombre completo constituye un pequeño tropiezo para una colección como Solaris Ficción y un motivo de curiosidad para este crítico: ¿alguien puede decirme por qué el sujeto de la portada está tan «contento»?
Esta reseña fue publicada originalmente en el nº 34 de la revista Gigamesh.
Por otra parte, y tras años de sequía, la editorial ha puesto a la venta un libro ajeno al entorno de George R. R. Martin. Se trata de la reedición de The Shockwave Rider, la obra que se suele citar junto a la Trilogía del desastre como principal logro del escritor británico John Brunner, una de las novelas más visionarias que haya dado la ciencia ficción. Es un libro de compra obligada, pero me "choca" la insatisfactoria elección del título. Salvat y Ultramar lo publicaron como El jinete en la onda del shock, pero en Gigamesh, supongo que por un mayor respeto a la literalidad y queriendo conservar la relación con El shock del futuro, el celebérrimo ensayo de Alvin Toffler que se encuentra en la base de esta novela, han decidido dejar la elegancia de lado y titularlo El jinete de la onda del shock, sin importarles el cacofónico efecto que la repetición preposicional y el anglicismo provocan.
En fin, lo importante es el contenido de esta gran obra, cuyo acierto prospectivo ayuda a entender por qué algunos sectores de aficionados (entre los que, como saben, no me incluyo) siguen exigiendo una capacidad visionaria al género. Esta edición cuenta con una traducción que mejora la anterior, así que háganse con ella. En cuanto a calidad se encuentra en el extremo opuesto del libro cuya reseña rescato a continuación, la cual escribí precisamente para la revista que la editorial Gigamesh publicó durante muchos años. El hombre completo es una de las obras más prescindibles de John Brunner, circunstancia que no disminuye ni un ápice la importancia de un autor que, como en muchos otros casos, merece un mayor reconocimiento del que se le ha dado.
El británico John Brunner debe su fama a algunas de las novelas que escribiera a finales de los 60 y principios de los 70, todas ellas especulaciones acerca de los peligros de la tecnología y la superpoblación. Órbita inestable, El rebaño ciego y, especialmente, Todos sobre Zanzíbar, evidenciaron el interés del escritor hacia los temas humanos y sociales y la clara influencia que ejerció sobre él la new wave. La Factoría de Ideas reedita una novela de Brunner anterior a su eclosión, candidata al premio Hugo.
El oxímoron que aparece en la portada de este libro (¿puede ostentar una obra la categoría de clásico habiendo sido olvidada?) es una pista engañosa de lo que se encuentra en su interior. El que la novela haya caído en el olvido no se debe a ninguna injusticia, sino que es una consecuencia natural derivada de su escasa calidad. Narra la historia de Gerry Howson, un disminuido físico de aspecto contrahecho, quien tras sufrir las penurias propias de su condición en la infancia y la adolescencia, se destapa una noche como el mayor telépata del planeta. Integrado posteriormente en el cuerpo de élite de telépatas residentes en la ciudad de Ulan Bator, Howson sale victorioso de las misiones que le son encomendadas hasta convertirse en el más prestigioso de todos ellos y, finalmente, encontrarse a sí mismo.
Muchas novelas han abordado el tema de la telepatía antes y después que ésta, bastantes de ellas con mejores resultados. El hombre completo recoge influencias de Más que humano de Theodore Sturgeon, en su escabroso principio y la especial condición del protagonista, pero no se acerca en absoluto a la inmensa calidad del auténtico clásico del género en el asunto de la telepatía, Muero por dentro, de Robert Silverberg, obra escrita posteriormente que trataría la comunicación entre mentes y su influencia en el individuo de manera definitiva, seria y literariamente comprometida.
Brunner, pese a centrar la acción en un solo protagonista, crea una historia deshilvanada, desarrollada en varias partes con muy poca relación entre ellas, una fórmula que recuerda los seriales televisivos, divididos en capítulos independientes, aunque con los mismos personajes. Ello se suma a la frialdad narrativa, sosa y desapasionada, que no logra transmitir la pretendida tortura interior del protagonista. El final, políticamente correcto, es una prueba más de que el autor se encuentra aún lejos de sus inquietudes posteriores.
Desafortunadamente, a la baja calidad de la novela se une la espantosa calidad de la traducción, una agresión continua a nuestro amado idioma. Baste el sangrante ejemplo de las enfermas «cuerdas bucales» de uno de los personajes para dar una idea. El hombre completo constituye un pequeño tropiezo para una colección como Solaris Ficción y un motivo de curiosidad para este crítico: ¿alguien puede decirme por qué el sujeto de la portada está tan «contento»?
Esta reseña fue publicada originalmente en el nº 34 de la revista Gigamesh.
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