Lo malo de ser un bibliómano es que se corre el riesgo de acabar sin espacio libre en casa y con un agujero en los bolsillos; lo bueno, que el noble arte de atesorar libros impide quedarse sin opciones cuando uno sufre ese terrible síndrome denominado "apatía del lector", porque siempre hay donde escoger. Dado que necesitaba un reposo de tanta ficción, me he ido directo al estante donde coloco los ensayos y he rescatado este recopilatorio de James Graham Ballard.
Nacido en Sanghai en 1930, de padres británicos, J. G. Ballard es una de las figuras indiscutibles de las letras inglesas y un foco de influencia para escritores de toda condición, detalle sorprendente si se tiene en cuenta que su principal campo de acción ha sido y es el género de ciencia ficción. Por este libro de ensayos y reseñas desfilan los temas y vivencias que influyeron tanto en su visión personal como en las principales claves de su literatura. En él, Ballard ofrece, entre abundantes detalles autobiográficos, un nutrido repertorio de opiniones sobre cine, pintura, ciencia y literatura, y una valoración de las biografías de unos cuantos personajes tan dispares como famosos. El paso de las páginas ayuda al lector a ir descubriendo, poco a poco, los lugares de origen de su concepción del mundo y las artes y a asomarse a la esencia de sus obsesiones literarias, lo que permite aventurar evidentes conexiones entre las lecturas del autor y sus creaciones posteriores. De ese modo, se puede entrever a Henry Miller en la sexualidad explícita de Crash; a Joseph Conrad en la denominada "serie de las catástrofes naturales"; a Joyce y Burroughs en el centro de su experimentación narrativa, e incluso reconocer el surrealismo pictórico de Dalí, Ernst o Magritte -apoyado en Freud, Jung y demás estudiosos del inconsciente- como sustrato principal del corpus ideológico de sus narraciones.
Muchos de los trabajos aquí presentes pertenecen a la época en que escribió para la revista New Worlds, situada entonces en medio de la vorágine del movimiento new wave, y resultan notablemente valiosos, porque en ellos Ballard opina sobre la realidad de la ciencia ficción tal como él la veía entonces, a finales de los 60, y se aventura a señalar hacia dónde debería encaminarse el género para no desaparecer disuelto en la nada. Así, opina que la cf debería encaminarse sin miedo hacia la exploración del mundo interior, ese espacio intangible y cerrado que él ha tratado de iluminar a través de todas sus novelas. El tiempo transcurrido permite valorar su ejercicio prospectivo y determinar si tuvo razón o se equivocó, tal como ya le ocurriera a Kingsley Amis, según el propio Ballard, en aquella época.
El libro es complaciente también con los fanáticos de los consejos. O con los coleccionistas de listados, como se prefiera. Ballard coloca sus listas de recomendaciones sobre pintura, cine y literatura al lado de numerosos comentarios sobre Brando, Elvis, Einstein, Hirohito y otras celebridades. Para el final guarda un hermoso regalo, el artículo más extenso del libro, una escueta narración de las vivencias infantiles que conformaron el argumento de El imperio del sol, quizás su novela más popular, un broche de oro que concluye de forma maravillosa el libro.
Nacido en Sanghai en 1930, de padres británicos, J. G. Ballard es una de las figuras indiscutibles de las letras inglesas y un foco de influencia para escritores de toda condición, detalle sorprendente si se tiene en cuenta que su principal campo de acción ha sido y es el género de ciencia ficción. Por este libro de ensayos y reseñas desfilan los temas y vivencias que influyeron tanto en su visión personal como en las principales claves de su literatura. En él, Ballard ofrece, entre abundantes detalles autobiográficos, un nutrido repertorio de opiniones sobre cine, pintura, ciencia y literatura, y una valoración de las biografías de unos cuantos personajes tan dispares como famosos. El paso de las páginas ayuda al lector a ir descubriendo, poco a poco, los lugares de origen de su concepción del mundo y las artes y a asomarse a la esencia de sus obsesiones literarias, lo que permite aventurar evidentes conexiones entre las lecturas del autor y sus creaciones posteriores. De ese modo, se puede entrever a Henry Miller en la sexualidad explícita de Crash; a Joseph Conrad en la denominada "serie de las catástrofes naturales"; a Joyce y Burroughs en el centro de su experimentación narrativa, e incluso reconocer el surrealismo pictórico de Dalí, Ernst o Magritte -apoyado en Freud, Jung y demás estudiosos del inconsciente- como sustrato principal del corpus ideológico de sus narraciones.
Muchos de los trabajos aquí presentes pertenecen a la época en que escribió para la revista New Worlds, situada entonces en medio de la vorágine del movimiento new wave, y resultan notablemente valiosos, porque en ellos Ballard opina sobre la realidad de la ciencia ficción tal como él la veía entonces, a finales de los 60, y se aventura a señalar hacia dónde debería encaminarse el género para no desaparecer disuelto en la nada. Así, opina que la cf debería encaminarse sin miedo hacia la exploración del mundo interior, ese espacio intangible y cerrado que él ha tratado de iluminar a través de todas sus novelas. El tiempo transcurrido permite valorar su ejercicio prospectivo y determinar si tuvo razón o se equivocó, tal como ya le ocurriera a Kingsley Amis, según el propio Ballard, en aquella época.
El libro es complaciente también con los fanáticos de los consejos. O con los coleccionistas de listados, como se prefiera. Ballard coloca sus listas de recomendaciones sobre pintura, cine y literatura al lado de numerosos comentarios sobre Brando, Elvis, Einstein, Hirohito y otras celebridades. Para el final guarda un hermoso regalo, el artículo más extenso del libro, una escueta narración de las vivencias infantiles que conformaron el argumento de El imperio del sol, quizás su novela más popular, un broche de oro que concluye de forma maravillosa el libro.
Sin duda, la mayor validez de esta colección de escritos se encuentra en la posibilidad que ofrece al lector de acceder a los recuerdos e interioridades de uno de los mejores escritores que haya dado el género de ciencia ficción, en poder conocer de primera mano los impulsos y el acervo literario y humano que han inspirado una obra tan compleja como genial.
Ánimo, valiente. Al final hemos caído en la trampa de los blojs. sigue leyendo y escribiendo. Ah, y no te olvides de señalar de que "La piel fría" es un refrito plagiario de Lovecraft, "La guerra de las salamandras" de Chapek y "El desierto de los tártaros" de Buzzati.
ResponderEliminarEso no es malo; la dependencia de los referentes apuntala su condición de novela posmoderna. Y sigo diciendo que su principal deuda es para con Joseph Conrad.
ResponderEliminarPor cierto, cuidado con los dequeísmos. :Þ
Gracias por el último consejo. Me se escapó.
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