miércoles, 27 de septiembre de 2023

Narrativa fantástica española

Invasiones, de Ismael Martínez Biurrun

Como muchos, eché de menos la presencia de Ismael Martínez Biurrun en "Mañana todavía", aquella antología de cuentos dedicada a plasmar distintas versiones y momentos del apocalipsis. De ahí mi alegría al ver publicada tres años después esta colección de novelas cortas que, por la publicidad y los comentarios, olía a género apocalíptico. Y sí, de las tres narraciones, dos pertenecen a ese subgénero; la tercera es una historia de alienígenas contada desde el particular e imaginativo punto de vista del autor. En realidad, en las tres se narran invasiones, tal como anuncia el título, de una sola persona o del planeta entero. En cuanto a la calidad, en mi opinión con pulso desigual.
Confieso que padezco un desajuste con la narrativa de Ismael Martínez Biurrun. Eso que los demás consideran postitivamente su punto diferencial, la presencia del narrador por encima de los personajes, a mí me parece negativo. No porque lo haga mal, sino porque creo que abusa de ese estilo. La diferencia de calidad entre estas tres historias se debe, sobre otros detalles, a la diferente medida con la que el autor se entromete en la mente de los personajes. 
En el primer relato, "Coronación", que por espacio y argumento podría ser representado sin problemas en cualquier teatro, el narrador se hace omnipresente por el continuo uso de tropos y dobles lecturas. Su presencia en las impresiones que le produce cualquier encuentro o descubrimiento a cada uno de los personajes es de tal calibre que llega a la intromisión, restándoles autonomía. No son sus diferentes actos los que los caracterizan, sino la voz de alguien externo diciéndonos lo absurdo, contradictorio o anormal que resulta todo a sus percepciones. El relato, además, no conduce a nada que no sea una serie de pasajes de terror en los que sin duda brilla, y mucho, la pericia del escritor. El final es un lucimiento personal, que torna en terrorífico lo que debería ser el instante más bello de la naturaleza. El problema es que no veo cómo encaja ese momento en el largo drama situacional anterior. Mi problema con este cuento es que no veo una dirección.
"El color de la Tierra" me parece que cuenta con un argumento más potente y, sobre todo, mejor hilado. A diferencia de lo que ocurre en la historia anterior, en esta sí se enlazan perfectamente los dos órdenes que le dan vida, el drama interior del protagonista y el apocalipsis, una invasión exterior que en realidad viene del fondo de la Tierra. Recurriendo al medio cinematográfico, si la invasión del anterior relato olía a Shyamalan, esta despide un fuerte aroma a Cronenberg. La locura global es inquietante, interesante y finaliza en clave de novela negra. Pero lo que me conquista es, precisamente, que se trata de la historia en la que menos aparece el narrador. Los personajes, aun resultando antipáticos (una constante curiosa en la obra del autor), se explican y se declaran en sus actos, no hay una voz que nos meta en su cabeza continuamente, y las figuras retóricas me parecen bien medidas, con presencia sólo en los momentos pertinentes. 
"Nebulosa" es la historia con la que finaliza el libro, y la sitúo a medio camino entre las dos precedentes. El argumento me parece el más original de los tres, una milenaria pero insignificante guerra cósmica que culmina en el enfrentamiento de dos seres igualmente insignificantes, pero el devenir de la historia no me atrapa. Es el relato de un asesino en serie que se transforma en otra cosa. A muchos les despistará su conclusión, pero a mi parecer, ese enfrentamiento al borde de la gamberrada hace que la valoración final sea más positiva. Como, sopesando pros y contras, lo es la de Invasiones en conjunto, una colección disfrutable a pesar de su irregularidad. 



El abismo verde, de Manuel Moyano

Conrad, Kipling, Verne, London...todos en el punto de mira. Pero si hay que hablar de una referencia clara, el apellido que primero acude a mi mente es Piñol. Esta novela bien podría haber sido la segunda parte de La piel fría, tal como quería plantearla en un principio el autor catalán. Con importantes concomitancias en cuanto a argumento y atmósfera, y cambiando las criaturas marinas por subterráneas, Moyano escribe una obra que empieza mejor de lo que acaba. 
De hecho, el gran comienzo de este relato me ha hecho desear a ratos que la fallida Pandora en el Congo se hubiera dejado de comicidades para tirar más por este palo, aunque ese anhelo al final haya acabado dándose la vuelta. A su conclusión, donde la historia pedía una profundización en el elemento aventurero fantástico, o sea, una huída a la Lovecraft dentro de la ciudad perdida, Moyano decide cortar por las bravas y ofrecer un final rápido y sin sorpresas, que aun así, podía haberse acercado más de lo que ya lo hace al Den: Muvovum de Richard Corben, pues el tono de la narración lo venía poniendo en bandeja.
Una lástima, porque sólo el final apresurado le resta puntos a lo que es una buena novela de aventuras, de las de misterio pulp de ciencia ficción. La trama, algo previsible pero interesante, con personajes correctos, buen desarrollo y un protagonista cuyos defectos vemos en primera persona (a ratos me ha recordado "El misterio de los orígenes", el cuento más polémico de León Arsenal). Me ha gustado, pero, por una vez, hubiera preferido un mayor número de páginas.



Mañana cruzaremos el Ganges, de Ekaitz Ortega

Near future orwelliano bien construido que divide su foco entre el entorno familiar de la protagonista y el distópico de la sociedad en la que vive y trabaja. Me ha parecido más logrado el primer orden, por una mayor profundidad y por lo que me parece una carencia de fondo en el segundo, que transcurre en un escenario cuya descripción adolece de cierta parquedad.
Periodismo bajo censura, policía militarizada, terrorismo, pena de muerte y rebelión, subtemáticas habituales del subgénero que el autor utiliza para construir el trasfondo político de una novela que, hay que decirlo, tarda en enganchar, no por un tempo lento, sino debido a la escasez de acontecimientos iniciales. Reseñable la irrupción de un elemento fantástico alternativo en el último tercio de novela, que por inesperado aporta frescura y empuje en la conclusión. En definitiva, este es un libro que se busca a sí mismo en la prospectiva pero que acaba encontrando su punto fuerte en los personajes.



Los príncipes de madera, de Daniel Pérez Navarro

Ignoro si cuento largo o novela corta, pero, sin duda, he aquí un gran relato de ciencia ficción. Personalmente, a pesar de cuánto me ha gustado, me resulta sorprendente su ortodoxia siendo su autor quien es. La ficción de Daniel Pérez Navarro suele hollar senderos menos transitados, pero aquí demuestra, como si de un pintor abstracto se tratara, que para explorar nuevos territorios hay que tener recorridos los más convencionales. 
Soy consciente, sin embargo, de que a quien no haya leído aún al autor, esta historia espacial sobre unos peculiares adolescentes le descolocará un tanto, pues la normalidad en el fondo del relato no se percibe hasta el final. El epílogo elimina la duda entre las posibles versiones de los acontecimientos en una narración que previamente la había propuesto con maestría. Los príncipes de madera es un relato excelente que, en todo caso, merecía una edición mejor. El reducido tamaño del formato constriñe el texto, partiendo sílabas y salpicándolo de líneas huérfanas.



Formas que adoptan los sueños, de Julián Díez

Quien a edades tempranas emprende la lectura de un libro de ciencia ficción por primera vez y lo cierra emocionado, sufre instantáneamente dos necesidades: la de seguir leyendo ese tipo de relatos y la de escribirlos. No conozco otro género literario en el que ocurra esto con tanta recurrencia. Se puede decir, sin temor a la equivocación, que en la casi totalidad de lectores de ciencia ficción hay un escritor en potencia, o al menos en deseo. Si además de lector eres editor, antologista, ensayista, traductor, jurado y lo que se tercie, tendrás que ser un dios para resistirte. Julián Díez peca de todo lo mencionado, así que la existencia de los cuentos que configuran esta colección personal ha de tomarse como algo inevitable.

Dada su posición, en la cúspide del fantástico literario durante casi 20 años, un número tan escaso de cuentos puede tomarse como un signo de humildad. Quien pudo colocar lo que escribiera, se limitó a esparcir por distintos fanzines unos pocos cuentos durante contados años. Sobre esto, Juanma Santiago escribe en el magnífico prólogo: "da la impresión de que Julián escribía por el mero placer de contar historias y conjurar fantasmas". Y algo de eso debe de haber, porque se trata de uno de esos casos en los que la sintonía entre la persona y el autor me parece indiscutible. Las temáticas, el enfoque, los personajes, la carga ideológica, las inquietudes, se corresponden con Julián Díez. Si bien el estilo no denota una personalidad narrativa fuerte, los contenidos concilian con lo que uno esperaría.
Hay ciencia ficción, terror, ensayística ficción, comedia contenida y una intención prospectiva muy reconocible en algunos de los cuentos, pero son principalmente la amistad, el amor, la decepción, la tristeza, la heroicidad y, en suma, el elemento humano el principal sustrato de los diferentes cuentos. Díez, como gran conocedor de este género literario, sabe que el escenario, el elemento fantástico y la mirada diferente que la cf pone a disposición del lector no son mas que herramientas que nos permiten vernos a nosotros mismos desde una perspectiva novedosa, distinta.
En esta antología no hay obras maestras, pero tampoco malos cuentos. La diversidad de contenidos le confiere amenidad. Hay sitio, además, para el abordaje clásico, con su giro final sorpresivo, y para un tratamiento más literario. Y hay referentes reconocibles (yo me he topado con Dick, Vonnegut, Dish, Silverberg e incluso Kafka, y sin embargo sigo buscando a Ballard). Quizás, por clasicismo, los dos relatos que más se amolden a lo que un lector tipo espera sean "Tren", con su carga social, y "Queda un espacio vacío", con su emotividad, y puede que sorprenda "Los abominables sucesos de la casa Figueroa", que con más de 20 años, debido a su satírico juego con los géneros, tiene una lectura actualísima. Pero yo me quedo con la esplendorosa metanarración "Busco belleza entre las ruinas" y con la maravillosa melancolía implícita en "La naturaleza del héroe", cuentos de una belleza final impactante.
La conclusión sobre esta pequeña pero completa antología es que Julián Díez se podía haber dedicado a la ficción con tanto tino como lo hizo a la no ficción, aunque se decidiera por lo segundo. Me apena pensar en lo perdido, aunque en la misma medida en que agradezco lo ganado.





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