De efeméride en efeméride y tiro porque me toca; y en este caso triple. Gabriel García Márquez cumple hoy 80 años. Se da la circunstancia de que durante 2007 se celebrarán otros dos aniversarios que le conciernen: 25 años de la obtención del Premio Nobel de Literatura y 40 de la aparición de Cien años de soledad, la mejor novela con la que un servidor se haya topado a lo largo de una vida repleta de lecturas.
Mi primer encuentro con su obra maestra tuvo lugar en los albores de mi adolescencia, en la troje de la casa de mi abuela en el pueblo, lugar en el que me refugiaba para pasar, entre libros y tebeos, las largas horas de la siesta. Mientras las gentes reposaban la comida en sus camas y el asfalto de las vacías calles de Lagartera huía empujado por el calor hacia el estado líquido, mi mente recorría el siglo de historia de otro pueblo mágico, Macondo. Una historia que comenzaba así:
Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.
Sólo con la edad se da uno cuenta de que ese tipo de recuerdos son como el vino; ganan en aroma y sabor con el paso de los años.
Felicidades, Gabo, pero sobre todo, muchas gracias.
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