Agua salada, de Charles Simmons
¿Qué es lo que marca el paso a la edad adulta, la capacidad para el amor romántico o las servidumbres del deseo? ¿Lo sentimental o lo físico? Charles Simmons escribe con gran talento esta versión moderna (y anglosajona) del Primer amor de Turgueniev y corona una de esas novelas que se leen sin trabajo, como si una leve brisa te llevara en volandas. Lo que en superficie parece un romance de verano en un entorno costero oculta una mayor complejidad. Agua salada es una novela de iniciación en la que el amor se bate con el despecho.
Simmons emplea un estilo limpio, al que no le sobra ni un adorno, y describe con una narrativa concisa un paisaje atractivo y unos personajes complejos, sugiriendo al paso una lectura oculta del drama y de la relación entre sus protagonistas. El magistral último párrafo de la novela refrenda una realidad que se viene advirtiendo durante toda su lectura. El narrador miente y se oculta cosas a sí mismo sin siquiera darse cuenta, incluso años después del suceso con el que se inicia el libro: "En el verano de 1963 yo me enamoré y mi padre se ahogó". El lector deberá decidir qué motivó realmente el rencor del protagonista.
El pecho, de Philip Roth
La primera novela protagonizada por David Kepesh, uno de los trasuntos del autor, es un Roth menor, tanto por el número de sus páginas (novela corta) como por su escasa enjundia, mucho menor que la que nutre las tramas de las otras dos novelas protagonizadas por Kepesh, El profesor de deseo y El animal moribundo, ambas extraordinarias.
El pecho juega a ser La metamorfosis rothiana. La tiranía de la realidad siempre está presente, incluso cuando esta se vuelve surrealista, y también lo están el humor y las obsesiones de Roth. A pesar de centralizar la trama, el sexo es, como en toda su obra, un catalizador del mensaje. El protagonista, convertido en un pecho femenino, no puede evitar ser presa de las pulsiones sexuales, pero desde su propia naturaleza masculina. Aunque hay momentos para la carcajada, el libro no deja un poso cómico. Al contrario, uno acaba con la sensación de que la gracia que le da vida no es mas que el maquillaje que oculta al payaso triste.
Las lecciones peligrosas, de Alissa Nutting
La novela de Nutting comparte con el clásico Lolita el asunto temático (adulto que persigue sexualmente a un menor) y la muerte accidental de un personaje similar (el progenitor del acosado), pero errará quien, atrapado en su propuesta inversa, la considere una contrapartida de la obra de Nabokov, pues tramas y protagonistas difieren en muchos puntos. Concurren, eso sí, en la presencia de un humor soterrado inherente a lo que se cuenta.
Este libro es un pasapáginas cuyo motor, el morbo puro y duro, no descansa ni allí donde parece que ya no puede ofrecer más. Su lenguaje es tan explícito como el de la novela erótica, aunque lo más potente es, sin duda, la voz en primera persona de la narradora, Celeste Price, quien describe su condición y su particular manera de pensar sin cortapisas ni arrepentimientos. El lector es invitado a entrar en la mente de una depredadora sexual que solo encuentra satisfacción en la seducción de varones de catorce años. Sus pensamientos derivan entre la excitación que encuentra en ellos y la aversión que le causa su vida social, maestra y esposa de un policía, una pantalla necesaria.
A pesar de la valentía que ha tenido la escritora al plantear esta historia (que, visto el escándalo tras su publicación, demuestra cuán tabú sigue siendo el tema), hay detalles como la juventud de la protagonista o la inversión de géneros que actúan como minimizadores de riesgo, un hecho que en sí mismo debería decirnos cosas sobre cómo está configurada, en cuanto a esos asuntos, la conciencia social. La novela incide en ellos, en la diferencia y minoría de edad sexuales y su consideración moral, en el último tramo, cuando todo se desencadena y llega la hora de sacar conclusiones. La reflexión la brinda el propio desenlace y un evidente cambio de tono en la narración, que suprime el humor y lo sustituye por un dramatismo que acaba siendo existencial.
A pesar de la valentía que ha tenido la escritora al plantear esta historia (que, visto el escándalo tras su publicación, demuestra cuán tabú sigue siendo el tema), hay detalles como la juventud de la protagonista o la inversión de géneros que actúan como minimizadores de riesgo, un hecho que en sí mismo debería decirnos cosas sobre cómo está configurada, en cuanto a esos asuntos, la conciencia social. La novela incide en ellos, en la diferencia y minoría de edad sexuales y su consideración moral, en el último tramo, cuando todo se desencadena y llega la hora de sacar conclusiones. La reflexión la brinda el propio desenlace y un evidente cambio de tono en la narración, que suprime el humor y lo sustituye por un dramatismo que acaba siendo existencial.
Novela interesante y rápida de leer, que debería suscitar conclusiones serias sobre las diferencias de tratamiento de género y sexualidad cuando cambiamos la perspectiva hacia el lado contrario. Desgraciadamente, este es un asunto que, todavía, nadie quiere ni es capaz de abordar con valentía y objetividad.
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