Intemperie, de Jesús Carrasco
Un niño, perseguido por un alguacil y sus hombres, huye de un pueblo y se adentra en la aridez de los campos castigados por el sol. Allí encontrará refugio en la figura de un cabrero, hombre solitario y arisco que enseñará al chaval los rudimentos de la supervivencia y que, finalmente, se acabará jugando los cuartos por él.
Carrasco, con una prosa modélica y de vasto vocabulario, demuestra que los aridales y los campos muertos de nuestro territorio pueden ser un decorado tan válido para el tenebrismo naturalista como lo es el medio oeste americano en la pluma de Cormac McCarthy. Sin mencionar localización ni tiempo, fiándolo todo a la asunción del lector, el escritor dota de universalidad a las geografías que recorren el chico y el cabrero, que aun así se perciben cercanas, identificables. También los sucesos que se narran, pues transmiten aromas de una literatura rural de gran tradición en la novelística española. Un libro tan bello en su forma como feo en los hechos que describe. Cenital, de Emilio Bueso
Una novela de tesis generadora de cierta polémica, características dolorosamente escasas en la ciencia ficción española. La escritura de Bueso deja mucho que desear, pero el trasfondo, absolutamente actual, y aciertos literarios en el uso de la voz, la estructura y el manejo del tiempo se suman para llevar el mensaje alto y claro al lector. Los elementos propios del subgénero postapocalíptico (esto no es una distopía ni de lejos), así como el relato del origen de cada personaje, se cuentan entre lo mejor del libro.
Sin contar con un gran empaque literario, tiene, sin embargo, la capacidad de interesar y de hacer llegar su mensaje. Hay tramos casi digresivos, pequeñas subtramas con gran carga emocional. El problema, a mi entender, es que el autor se coloca por encima de la novela y se le puede atisbar en todo momento, cabreado, detrás de la historia que el narrador desarrolla. De hecho, este podría ser el libro que habría escrito un indignado al llegar a casa de madrugada, tras haber sido apaleado en Sol por la policía antidisturbios en las manifestaciones post 15-M.
La editorial Valdemar ha publicado recientemente una versión revisada en la que se incluyen tres nuevos capítulos y parte de aquello que el autor, según dice, decidió autocensurarse en la edición inicial de Salto de Página. Aunque chocante, lo cierto es que la maniobra casa con el tono narrativo del libro y, en general, de la obra de Emilio Bueso.
El amante, de Marguerite Duras
"El amante" es un libro escrito desde el recuerdo. Duras tenía 70 años cuando lo publicó y ganó el premio Goncourt. En él se narra la relación entre una quinceañera de origen francés y un joven chino adinerado, diez años mayor que ella, en una ciudad próxima al Mekong. Novela semiautobiográfica e introspectiva, tan breve en longitud como en peripecia, sobresale por su intensidad emocional, a veces contenida, a veces desbordada, y por sus distintos órdenes de belleza, interior y exterior. El primer párrafo del libro pone al lector sobre aviso: "(...) la considero más hermosa ahora que en su juventud, su rostro de muchacha me gustaba mucho menos que el de ahora, devastado".
La narradora rememora un episodio de adolescencia desde la intimidad, pero también desde el alejamiento, refiriéndose a la protagonista en primera y tercera persona, reconociendo desde su madurez lo que al personaje, ella misma, se le escapa debido a su juventud. La importancia de la madre, de los hermanos y de los parajes asiáticos se muestra con una exactitud que contrasta con la forma elusiva de concretar los sentimientos de la adolescente por su amante chino. La escritora refleja las falsas seguridades en el pensamiento de la protagonista, la imposibilidad de reconocer los sentimientos propios tras sus vivencias. Es fácil, por la sensación de autoridad que da la madurez, otorgar más confianza a la narradora postrera, pero dada la conocida falsedad de la memoria, la pátina de dulzura que confiere a los recuerdos, esto se me antoja, también, problemático.
La narradora rememora un episodio de adolescencia desde la intimidad, pero también desde el alejamiento, refiriéndose a la protagonista en primera y tercera persona, reconociendo desde su madurez lo que al personaje, ella misma, se le escapa debido a su juventud. La importancia de la madre, de los hermanos y de los parajes asiáticos se muestra con una exactitud que contrasta con la forma elusiva de concretar los sentimientos de la adolescente por su amante chino. La escritora refleja las falsas seguridades en el pensamiento de la protagonista, la imposibilidad de reconocer los sentimientos propios tras sus vivencias. Es fácil, por la sensación de autoridad que da la madurez, otorgar más confianza a la narradora postrera, pero dada la conocida falsedad de la memoria, la pátina de dulzura que confiere a los recuerdos, esto se me antoja, también, problemático.
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