Fredric Brown empezó a publicar relatos en los albores de los 40. Autor todoterreno, siguió la evolución natural de algunos de sus contemporáneos, desde el pulp inicial hacia tratamientos más adultos. Demostró su talento en diversos campos, cosechó premios importantes y repartió sus escritos entre varios géneros literarios, principalmente ciencia-ficción y novela negra, e incluso vio cómo algunas de sus obras eran llevadas a la televisión y al cine. Hoy en día, su nombre no despierta una pasión especial, pero seguramente eso sea producto del desconocimiento más que de la valoración intrínseca de su obra. Marcianos Go Home! constituye una oportunidad inmejorable para conocer de primera mano a uno de los autores más reivindicables de la vieja guardia, aquélla que convirtió la década de los 50 en la mejor que haya dado la ciencia-ficción en su centenaria historia.
De Brown se suelen citar su capacidad para epatar en distancias ultracortas y su humor sardónico e inteligente, y en esta novela pueden apreciarse ambos atributos. Aquí presenta una invasión marciana esperpéntica, tanto por el físico de los invasores, que presentan la tradicional imagen del hombrecillo verde, como por el mismo carácter de la invasión, más una visita que una incursión bélica. Eso sí, una visita cuyos turistas representan con maestría el rol de la impertinencia absoluta. Con inteligencia incisiva, Brown arremete contra las actitudes hipócritas que configuran nuestro día a día, y aunque muy pocos párrafos desatan la carcajada, la suma de situaciones configura un conjunto que, por acumulación, acaba provocando la elevación cada vez más pronunciada de la comisura de los labios. A partir de cierto punto, la novela se lee con una permanente sonrisa cínica de reconocimiento.
Por supuesto, eso no es todo. La obra busca la complicidad con el lector también desde el estilo, sumando para que ésta se finiquite de una sola sentada. Las situaciones graciosas están insertadas hábilmente en una trama que, además, conduce paulatinamente a un interés mayor. Finalmente, uno de los famosos giros de Brown, aquéllos que lo convirtieron en rey del ultracorto, cierra el argumento de forma admirable y en consonancia con el tono de la narración. Un final que (tengo su lectura reciente) juega con las mismas implicaciones que Ian Watson introduce muchos años después, a otra escala, en la conclusión de Magia de reina, magia de rey, número 3 de esta misma colección.
Cabe destacar que, por primera vez tras varias ediciones en nuestro país, el lector español puede disfrutar de una traducción completa, ya que muchos términos recortados en anteriores ocasiones, por presuntamente ofensivos, son recogidos en la actual edición de Bibliópolis Fantástica. El volumen se completa, además, con una estimable aportación de Lorenzo Luengo que, partiendo de un deliberado paralelismo estructural con respecto a la novela, incluye un ensayo comparativo entre el libro de Brown y otras dos obras publicadas en su misma época, así como una deliciosa e imaginativa reseña biográfica en clave de ficción. Un toque de originalidad que aleja al ya omnipresente bonus biográfico de la trillada fórmula al uso. Un libro que hay que tener.
Esta reseña fue publicada originalmente en el portal Bibliópolis, crítica en la Red.
De Brown se suelen citar su capacidad para epatar en distancias ultracortas y su humor sardónico e inteligente, y en esta novela pueden apreciarse ambos atributos. Aquí presenta una invasión marciana esperpéntica, tanto por el físico de los invasores, que presentan la tradicional imagen del hombrecillo verde, como por el mismo carácter de la invasión, más una visita que una incursión bélica. Eso sí, una visita cuyos turistas representan con maestría el rol de la impertinencia absoluta. Con inteligencia incisiva, Brown arremete contra las actitudes hipócritas que configuran nuestro día a día, y aunque muy pocos párrafos desatan la carcajada, la suma de situaciones configura un conjunto que, por acumulación, acaba provocando la elevación cada vez más pronunciada de la comisura de los labios. A partir de cierto punto, la novela se lee con una permanente sonrisa cínica de reconocimiento.
Por supuesto, eso no es todo. La obra busca la complicidad con el lector también desde el estilo, sumando para que ésta se finiquite de una sola sentada. Las situaciones graciosas están insertadas hábilmente en una trama que, además, conduce paulatinamente a un interés mayor. Finalmente, uno de los famosos giros de Brown, aquéllos que lo convirtieron en rey del ultracorto, cierra el argumento de forma admirable y en consonancia con el tono de la narración. Un final que (tengo su lectura reciente) juega con las mismas implicaciones que Ian Watson introduce muchos años después, a otra escala, en la conclusión de Magia de reina, magia de rey, número 3 de esta misma colección.
Cabe destacar que, por primera vez tras varias ediciones en nuestro país, el lector español puede disfrutar de una traducción completa, ya que muchos términos recortados en anteriores ocasiones, por presuntamente ofensivos, son recogidos en la actual edición de Bibliópolis Fantástica. El volumen se completa, además, con una estimable aportación de Lorenzo Luengo que, partiendo de un deliberado paralelismo estructural con respecto a la novela, incluye un ensayo comparativo entre el libro de Brown y otras dos obras publicadas en su misma época, así como una deliciosa e imaginativa reseña biográfica en clave de ficción. Un toque de originalidad que aleja al ya omnipresente bonus biográfico de la trillada fórmula al uso. Un libro que hay que tener.
Esta reseña fue publicada originalmente en el portal Bibliópolis, crítica en la Red.
Puede que no recuerde el 90% de la novela pero ese final multiple se me quedó grabado hace 30 años cuando lo leí. Interesante saber que mi versión estaba "censurada".
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