La mucama de Omicunlé, de Rita Indiana
Novela construida sobre dos pilares básicos, un argumento de género fantástico y una trama en la que la diversidad cultural y sexual está muy presente. En cuanto a lo primero, el libro pertenece claramente a la fantasía. Aunque la ciencia ficción está presente en ambientación y tecnologías, la historia de fondo carece de sentido si se lee en clave realista, condición intrínseca de la cf. No hay racionalidad en la sucesión de los hechos, y sólo desde la intervención e ignotos designios de los dioses caribeños se pueden interpretar los sucesos más importantes. En el segundo orden, lo queer funciona por presencia más que por esencia dentro de la historia, con personajes que cambian de sexo o que descubren su bisexualidad. Es más decisiva la alusión a la cultura caribeña afrodescendiente, que no solo provoca los hechos sino que además interviene directamente en ellos. Dentro de esta inusual mezcla, hibridación entre mito y futuro tecnológico, hay detalles que me han recordado la última hornada gibsoniana y que convierten la narración, a grandes rasgos, en un ciberpunk con aderezo dominicano.
Lamentablemente, en cuanto a la construcción literaria hay deficiencias importantes. La introducción de personajes repite machaconamente una fórmula de aparición y biografía que resta fluidez a la narración y pesa notablemente en el ritmo. Pero el principal problema se encuentra en la lógica interna de la trama, que echa mano del deus ex machina en asuntos fundamentales de la historia. Lo casual y el ad hoc le roban sentido a la premisa principal, que no se apoya en construcciones lógicas previas, sino en elementos traídos de ninguna parte a beneficio de la tramas, un artificio más propio del medio audiovisual de las últimas décadas. Así pues, en mi opinión, una novela interesante por sus peculiaridades pero que tiene notables insuficiencias.
Herederos del tiempo, de Adrian Tchaikovsky
Buena novela de ciencia ficción de aires clásicos que divide la narración entre las desventuras de los tripulantes de una nave generacional y el ascenso de una civilización de arañas en un planeta terraformado, dos subtramas contadas en alternancia que se unen en un final más optimista de lo que es usual en este género. La historia amalgama la space opera, el hard en su rama biológica, la inteligencia artificial y la decadencia asociada a los viajes realizados a través de grandes distancias espaciotemporales.
La narración del progreso de la sociedad arácnida, desde su punto primordial hasta el uso de la tecnología espacial, es una maravilla. Todo está hilado con gran destreza y hay lugar incluso para algún momento emotivo y para el disfrute de pequeñas dosis de sentido de la maravilla. De hecho, funciona tan bien que la otra trama principal se ve perjudicada al transcurrir con un tempo distinto. Las cuitas de los humanos parecen ralentizadas al lado de la acelerada progresión de la civilización arácnida. La premisa inicial, que por cierto me ha traído a la mente un olvidado cuento de H. B. Fyfe recogido en la antología Imperios Galácticos, ha dado para continuar este Hijos del tiempo con una trilogía que la propia Alamut terminará de publicar este año en España.
La narración del progreso de la sociedad arácnida, desde su punto primordial hasta el uso de la tecnología espacial, es una maravilla. Todo está hilado con gran destreza y hay lugar incluso para algún momento emotivo y para el disfrute de pequeñas dosis de sentido de la maravilla. De hecho, funciona tan bien que la otra trama principal se ve perjudicada al transcurrir con un tempo distinto. Las cuitas de los humanos parecen ralentizadas al lado de la acelerada progresión de la civilización arácnida. La premisa inicial, que por cierto me ha traído a la mente un olvidado cuento de H. B. Fyfe recogido en la antología Imperios Galácticos, ha dado para continuar este Hijos del tiempo con una trilogía que la propia Alamut terminará de publicar este año en España.
Los empleados, de Olga Ravn
Novela de ciencia ficción interesante que lo es menos según avanza. Lo inusual de su estructura formal contrasta con la ortodoxia de la historia que cuenta. Mediante casi doscientos testimonios, que van desde página y media a una sola frase, se desarrolla la historia de una rebelión de androides semejantes a los humanos, con quienes comparten una nave espacial en la órbita de un planeta en exploración del que han extraído varios objetos desconocidos. El motín parece tener su origen en los efectos que causa la interrelación con ellos.
Durante la lectura de la primera mitad de la novela he oído cómo Stanislaw Lem me susurraba al oído. Es, sin duda, la parte más notable del libro. Entre los extraños síntomas que los objetos provocan en la tripulación se suceden, en breves pinceladas, asuntos emocionales y existenciales, sentimientos de mortalidad, maternidad, belleza, violencia y divinidad, contados en ocasiones con un lirismo que pretende hacer llegar la influencia alienígena al propio lector. La historia pierde esa dimensión casi poética cuando cae en un cierre decepcionantemente convencional. Dada la brevedad de la lectura, lo que queda son los breves destellos de algunos de los testimonios.
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